20/8/25

Laboralidades y otros demonios

“A la gente que le gusta hablar de los otros es aquella a la que no le gusta hablar de sí misma.” 

De nuevo aparece una frase en mi libreta de la que no recuerdo si la oí o la leí. Creo que no tiene la más mínima importancia su procedencia, aunque sí que la tiene su calado. Releyendo el otro día dicha libreta fue la frase que se me quedó en el consciente y a la que dediqué un tiempo antes de quedarme dormida.

Es el mejor momento del día para dejar que el pensamiento campe a sus anchas, aunque a veces lo condiciono con algo que he visto, oído o leído o, por supuesto, con algo que ha pasado.

A mí me cuesta hablar de los demás, prefiero hablar de mí misma que es la parte que más controlo, pero a veces te ponen entre la espada y la pared porque quieren saber tu opinión sobre algo que ha pasado y, claro, siempre hay un protagonista al que juzgar

No me gusta, nunca me ha gustado. Muchas veces cuando las conversaciones siguen este cauce, me callo. Pero un buen día, me di cuenta de que eso era ser asocial, que al fin y al cabo, todo el mundo opina y habla sobre las vidas de los demás, así que me lancé a hacerlo yo también.

La verdad es que me ha comportado más conflictos que otra cosa y que sigue sin gustarme. Por lo que el año pasado decidí que se había acabado. Pero aún ahora, sigue siéndome difícil salir del círculo dónde me había metido.


Por otro lado, otro aspecto curioso que me ocurre es que en el trabajo, si mi amiga o mi amigo se enemista con un compañero, parece ser que lo correcto es que yo me posicione en su lado y comentemos hasta el odio el hecho en cuestión que los enemistó. Y eso crea una energía negativa que con los años se enquista y es muy difícil de romper. 

Entonces, llega un día tu amigo/ y te dice que ya se le ha pasado el enfado, que yo no odia ni maldice a la persona y que ahora quedan para tomar algo, como antaño. Parece que es una buena noticia… pero no tanto; porque resulta que tú que no habías tenido nada que ver con el conflicto, pero sí que te habías posicionado y creado también esa energía negativa, ahora sigues en ese punto y sin motivo para solucionar nada porque nunca paso nada contigo…

Después de tantos años que te ha ido calentando la cabeza y el alma, después de tanto escuchar despotricar a tu amigo/a, ahí estás tú, sin poder ir a tomar nada con el compañero o compañera cuando va a tomar algo con tu amigo/a, quedándote sola tras la mesa de tu despacho pensando en lo tonta que has sido y en que cada uno se tiene que lavar su ropa. Todo por haber querido apoyar, como te fue pedido, a tu amistad laboral.

A veces es necesario escribir sobre estas cosas para poder leerlas.


2 comentarios:

TORO SALVAJE dijo...

A medida que he ido cumpliendo años me he ido alejando de la gente. Sin culpables... ni ellos, ni yo.
En mi juventud fui el alma de varios grupos: universidad, baloncesto, barrio, amigos del trabajo... si entonces me hubieran dicho que ahora no vería a nadie no me lo hubiera creído.
Ahora soy un asocial y con mucho orgullo de serlo.
La gente que conozco me cansa y me aburre y no estoy dispuesto a pagar el precio de ser un falso o un hipócrita para comprar compañías con las que llenar los días.

dintel dijo...

A mí me ha pasado más o menos lo mismo, pero no me he convertido en una asocial. Para nada. Lo que ocurre es que cada vez es más difícil mantener las amistades. Pensé que con el tiempo y la edad sería al revés, casi se mantendrían solas... Pero estoy descubriendo que no es así. No pasa nada, es de inteligentes adaptarse al medio, supongo.