24/8/25

Todo pasa y todo vuelve, pero lo nuestro es trotar.

Y en medio de esta maraña de caos que es mi vida, me llamas por teléfono. Solo ver tu número iluminado en la pantalla me deshilacho. Te borré de mis contactos. Pero no sirvió de nada porque llevo el número clavado en el corazón, como si de una estaca se tratara. 

Suerte que el pensamiento es rápido y en menos de tres tonos, puedo disipar todas las dudas de si te contesto o no. No te voy a contestar porque sigo haciendo equilibrios sobre una cuerda que se convierte en soga al llegar a mi cuello. Pero el dedo, con su libre albedrío, desplaza el topo verde produciéndome una ducha de cristales helados que cae sobre  mi alma. Helada me quedo. Ha podido más la costumbre que la razón.

Me quedo mirando el móvil, perpleja e inmóvil, sin saber si voy a ser capaz de acercármelo al oído o no. Desde dentro del aparato me llega tu voz sorda que dice “hola”. He llegado lo inevitable… me lo acerco rápidamente a la vez que pronuncio un “quéquieres”.

¿Esto que duele, se revuelve como un pez que cuelga del sedal con el anzuelo en la boca y palpita de tal manera que me ensordece desde el interior es mi corazón? Si estaba roto, ¿cómo es que ahora funciona con energía?

Intento escuchar, con el móvil fuertemente apretado en la oreja, lo que me estás diciendo, pero no lo consigo. Debiera prestar atención pero la necesito para controlar todo ese despliegue de sensaciones que han aparecido de golpe tras varios meses de inactividad vital y que me dan la sensación de que voy a explotar.

En un acto reflejo, me separo el móvil de la oreja y cuelgo. El sudor frío ya empieza a dominarme y una especie de retorcijones me cierran la boca del estómago y hacen que mis piernas flaqueen.

Me pellizco, ¡ay!; no, no es un sueño.


1 comentario:

noor dijo...

No te dejes vencer por una amor del pasado...dejalo pasar, colgar es lo mejor, no le des mas vueltas.