Ayer me llamaron egoísta y creo que aún no lo he digerido porque me viene a la mente a cada momento la escena en que sucedió. Me sentí muy insultada, porque, precisamente, si algo no soy es eso: ser egoísta. Además, me lo dijo una de las compañeras de trabajo que más aprecio y creo que a parte del veneno de la palabra se me ha quedado clavado el aguijón.
Soy persona creativa, muy creativa para hacer honor a la verdad, y nunca me ha importado compartir mis ideas con los demás, o regalarlas, o, aún más, que otros se pusieran medallas gracias a mí. Siempre he pensado que quien tiene la capacidad creativa soy yo y puedo volver a crear en cualquier momento, así que desprenderme de una de mis creaciones no merma para nada dicha capacidad.
Pero ahora me siento humillada, herida en la superficie de mi orgullo y eso hace que no me sienta bien. A penas he dormido porque mi cerebro, sin permiso, se ha puesto a analizar una vez tras otra si realmente fui egoísta. ¿Es ser egoísta pedir una cosa que puede beneficiar a 4 de 20 personas? ¿O es ser más egoísta decir que no me conceden mi petición porque hay 16 personas que no pueden beneficiarse de ella, por lo que es mejor que no se beneficie nadie? En estas situaciones sólo se me ocurre gritar: ¡¡¡¡Soma, soma, soma!!!!
En este caso que cuento, yo soy una de esas cuatro personas y por esto he sido llamada egoísta. Es absurdo pensar que porque yo no me beneficio no se beneficie nadie. A esto se debe añadir que mi planteo no era dictatorial sino que lo proponía para ser votado.
¿Dónde está el verdadero egoísmo?