Recuerdo cuando tenía 16 ó 17 años, una noche de verano, que me levanté, tal como hoy, en las mismas circunstancias, me abrigué, cogí mi libreta y me senté en la terraza a escribir. No tardó en amanecer. Estuve más de tres horas seguidas haciéndolo. Me había tomado un calmante, igual que hoy, y mi pluma se deslizaba tranquila sobre la línea de la hoja, soltando palabras de amor, que mi enamorado corazón albergaba en silencio. Entonces, cercana aún a la adolescencia, si no aún en ella, escribía poesía y tenía la esperanzada idea de publicar algo algún día. Sabía a ciencia cierta, y siempre con los pies en el suelo, que mis poemas carecían de calidad alguna, pero mi tesón y la cantidad de horas qué le dedicaba, me conferían la ilusión de que algún día podrían llegar a ser buenos.
Hace tiempo que dejé atras todos esos sueños, quizá delirios de juventud, que me hacían concebir el mundo mucho más asequible de lo que es en realidad. Esta noche, como la de hace años, por el mismo motivo, me hallo abrigada digiriendo un calmante que tarda en hacer efecto. En mí, se ha convertido en costumbre, después de tantos tiempo, acudir a la escritura para agilizar la espera. Pero esta vez, a pesar de que las teclas suenan de forma mucho más rápida que antaño, a pesar de que las palabras han sido escritas por mí, ya en infinitas de sus combinaciones, sé, con la esperanza convertida en la ternura que da el propio cambio de visión por la edad, que nada puedo esperar de lo que escribo, y, sin embargo, ¡terrible paradoja!, continúo escribiendo.
Hace tiempo que dejé atras todos esos sueños, quizá delirios de juventud, que me hacían concebir el mundo mucho más asequible de lo que es en realidad. Esta noche, como la de hace años, por el mismo motivo, me hallo abrigada digiriendo un calmante que tarda en hacer efecto. En mí, se ha convertido en costumbre, después de tantos tiempo, acudir a la escritura para agilizar la espera. Pero esta vez, a pesar de que las teclas suenan de forma mucho más rápida que antaño, a pesar de que las palabras han sido escritas por mí, ya en infinitas de sus combinaciones, sé, con la esperanza convertida en la ternura que da el propio cambio de visión por la edad, que nada puedo esperar de lo que escribo, y, sin embargo, ¡terrible paradoja!, continúo escribiendo.
20 comentarios:
Es el gusto por escribir, la maravilla de poder hacerlo. Te leo y me siento reflejada en lo que dices. El placer del rastro de la pluma en el papel y la sensación interior de lo físico y lo intangible siguen estando ahí. No tanto la certeza de que algo será de esos escritos. Es otra fase. Otra madurez.
Chica, a mí lo que me sabe mal es que tengas que ir tomando calmantes.
En cuanto al cambio de perspectiva que otorga la madurez, yo sólo puedo decir ¡que me en-can-ta!
:D
siento mucho q hayas de recurrir a calmantes :(
muuuuuuak
Pues a mi me gusta lo que publicas aquí :P
y en cuanto a lo de recurrir a calmantes... pues yo sentiría más que la gente tuviera que sufrir la ansiedad o lo que sea sin los calmantes, ea! que hay cosas peores en la vida, ya está bien de compasión :P
aunque te entiendo, no tengo la misma opinión, para mí tienes una gran capacidad de transmitir...
lo del insomnio es ya otra cosa, cuídate!
Muakatons
Encarna
Pues yo creo que escribir sí que sirve para algo. No es como publicar, pero a mi sí me gusta leerte y supongo que a tus 38.441 visitas, también.
Besitos!
Teniendo en cuenta que NADA de lo que escribes aquí es autobiográfico, le diría a esa mujer madura que ya es escritora.
Porque escribir no es para ti un medio, sino un fin en sí mismo. Y a pesar de ello estamos quienes disfrutamos tus palabras, su forma y su mensaje. Yo agradezco tu escritura.
Siento solo lo de los calmantes. Un beso.
y bienaventuradas las que te leemos, escritora que no publica (en papel)
No se escribe para publicar( al menos como intención inmediata) sino porque hay personas, entre las que me incluyo, que no pueden vivir sin hacerlo.. un abrazo
Nunca digas de este agua no beberé, ni este cura no es mi padre.
Mejórate.
A mí, me encanta como escribes, digas lo que digas, me gusta tu prosa y la forma en la que relatas, hoy especialmente.
Es un lujo leerte.
Dintel, ciertamente una terrible paradoja.
Besos
siento lo de los calmantes ¿me pasas uno??????? jajajjaa. A mí me gusta leerte.
Y nunca dejes de escribir.
Un fuerte abrazo.
A mi me encantan estas paradojas, que sin querer, creamos nosotros mismos.
Prueba a tomar otra cosa a ver...jeje...
;)
Escribir es como un bálsamo para el alma.
cuando el alma es muy grande el cuerpo se queda pequeño y aquella se desparrama como el líquido que huye de la taza. Y tiene que ser así y es bueno para la taza, para el líquido y para el que bebe.
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