Con una claridad insospechada me lanzo a dejar patente mis
principios, que darán cuerpo y garantía de mi coherencia y comportamiento. No
miento, me aturdo solo con pensar hacerlo; y no busco menos merecimiento que el
necio que así mismo se prodiga. No quiero extenderme en el gesto, que luego en
baremo se convierte y si no cumples, revierte en lo que fue dicho y no hecho,
transición imperceptible de lo compacto al fragmento. Ni que decir tengo que
lamento introducir, entonces, factor de conocimiento donde ningún dolor, moral
o físico, desborda el límite de mi piel. Debiendo abreviar orgullo y reconocer
que en estos estadios profundos fácil es el pacto con la locura como ejercicio
de humildad. Y llegado a este punto aparece aquel terror que el destino me dejó
como herencia: una imagen unitaria y sólida de mi desazón.
2 comentarios:
Una claridad con enjundia...
Victoria, jajajajaja.
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