Hoy tengo reunión a las
diez. Me he levantado pronto porque me gusta dejar la casa recogida. Así, por
la noche cuando llego, me puedo dedicar el tiempo antes de irme a dormir. Ayer
puse una lavadora a última hora de la noche. Pensé que cuando me despertase aun
no estaría seca, pero hasta a la ropa le gusta llevarme la contraria. Me he
puesto a planchar; no dejes para lo noche lo que puedas hacer recién levantada.
Casi todo eran camisas. Las de invierno para doblarlas y guardarlas hasta
octubre y las de verano para colgarlas en el armario. Me he acordado de mi
intención de mindfulness y he prestado atención a lo que estaba haciendo. Me ha
invadido rápidamente un gran amor hacia mis camisas. Un sentimiento que conocía
aunque no era consciente. Las he planchado con cadencia amorosa y dedicación, observando cómo
desaparecían sus arrugas debajo de la plancha. Por los pantalones no siento lo
mismo, al fin y al cabo son ellas las que me abrazan diariamente.
2 comentarios:
Eso de disfrutar planchando ni con mindfulness me entra a mí. Cualquier otra cosa la haría con total atención gozando de la experiencia, pero no puedo con la plancha. Saludos.
Juli Gan, ja, ja, ja, a mí me relaja, planchar.
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