25/7/25

Hoy me he levantado así

Nada más poner el pie en el suelo, me he escaneado porque me sentía rara y he descubierto que tenía el pecho henchido, apoyaba con más fuerza los pies sobre el suelo y, apenas se notaba, pero tenía la barbilla que apuntaba ligeramente hacia arriba. No me dolía nada: ni cabeza, ni garganta, ni estómago. Más bien al contrario. Sentía un alivio que confería una desconocida volatilidad al cuerpo. Notaba mi cuerpo etéreo, ingrávido, poco corpóreo. 

Tengo inflamado el ego. Sí, inflamado. Es lo que me ha dicho el espejo. Seguro que tanto pensar y tanto pensar me ha llevado a un empacho de mí misma. Suele pasarme cuando me ensimismo más de cinco días y no salgo de casa, tengo tanto exceso de autoestima (para compensar la dichosa soledad) que como efecto colateral se me enardece el ego.

Me ducho, me visto y empiezo con el tratamiento: menos ombligo del mundo y más mundo en el ombligo.


24/7/25

El mito de Sísifo

Esa ruptura no era presagio de nada. Clara pretendía alejarse de quien le había hecho tanto daño y recuperar esa luminosa carcajada que había sido tan característica suya. 

Habían roto, sí. Lo suyo no funcionaba por mucho que lo hubieran intentado; Nadia no se fiaba de ella y siempre buscaba el conflicto para culpabilizarla de todo.

La decisión estaba tomada. Parecía que ambas la aceptaban. Sentadas en el sofá de casa, miraban a la pared de en frente. Nadia haría sus maletas y se iría aquella misma tarde. Clara callaba, no quería reducir sus esperanzas a simples palabras. Hacía tiempo que se lo habían dicho todo; lo malo, porque lo bueno había ido desapareciendo conflicto tras conflicto. El vaso se había roto; todas las gotas lo habían colmado.

Nadia se levantó y se fue hacia la habitación. Clara continuó mirando la pared. No quería poner nombres a sus expectativas, ni quería hacerse ilusiones, ni saborear las infinitas dimensiones que esta ruptura le podía aportar.

De pronto, Nadia volvió con una camiseta que le había regalado Clara y se tiró a sus pies llorando y suplicando que no rompieran, que iba a cambiar, que sabía que era ella que era muy celosa, pero que iba a poner remedio. Clara suspiró y no tuvo tiempo de decir nada más. Nadia se abalanzó a besarla y a abrazarla. Hipaba y se ahogaba en su propio llanto. Clara intentó calmarla, mientras se decía: la próxima vez seré más fuerte. 

La abrazó y le acarició para calmarla; había qué posponer la ruptura. La quería y verla así la destrozaba. Por ahora se contentaría con huir a través del sueño. 

No quería aceptarlo, pero estaba atrapada por ella y torturada por la esperanza. Clara miraba a la pared de en frente del sofá mientras tenía la cabeza de Nadia apoyada en su regazo. Volvería a empujar montaña arriba esa pesada roca.


23/7/25

Cuando la vida no te sonríe, o alguien

“La soledad no te libra de sus tormentos, al contrario: los amplifica, les da un terrible eco.”

Y lloras, lloras esperando que un día quedes seca de lágrimas y tengas que anudar la garganta para sentirte viva. Pero ese día no llega nunca y descubres que las lágrimas no han detenido la vida, que ha pasado por debajo de tus ojos anegados. Sin haber hecho públicas tus emociones, la gente se ha separado de ti. Todo avanza mientras tú te rezagas. Llorar es estancarse.

Pero llega un momento que todo se acalla, se somete a tu voluntad y poco a poco puedes ir ordenando tu vida y archivando aquello que te atormentó tanto tiempo. Y de nuevo, vuelves a ser dueña de aquella voluntad férrea que quedó sepultada por el dolor. De nuevo la vida te imanta y te llena de un flujo que pensaste nunca más poseer.

Nunca esta batalla fue ganada por adelantado; toca siempre vestirse de camuflaje y luchar contra una misma. Y al final debes perder el tiempo haciendo inventario de tus cicatrices, si quieres seguir adelante.


22/7/25

Pleonasmos

Descubrir lo mal que hablamos es difícil porque estamos tan acostumbrados a ello que no hay manera de detectarlo. Además, con las interferencias de ser bilingüe, aún es peor, porque hay palabras que las decimos como si fueran correctas en castellano.

Yo lo descubrí por primera vez a los 12 años. 

Mis padres, aquel verano, me mandaron a un pensionado francés para que mejorara mi idioma; siempre fui un desastre para las lenguas y continuo siéndolo. Ir a un pensionado aquella época me pareció el mejor regalo del mundo. Había leído como una loca los libros de Torres de Mallory, de Las mellizas en Santa Clara y de Puck, por lo que ir a un pensionado quería decir correr mil aventuras y misterios. Cabe decir que aquellos libros para mí fueron como los de caballería para Quijote.

La experiencia no fue exactamente como lo que había leído, pero sí que se crearon vínculos entre mis compañeras muy profundos y muy válidos a la hora de madurar. Yo era la más pequeña y todo el mundo me cuidaba y me enseñaba sin ningún filtro adulto.

Por la mañana teníamos cuatro horas de clase y por la tarde, actividades deportivas, paseos por la montaña y por los lagos y visitas a los pueblos cercanos. Por la noche íbamos a la pista de hielo a patinar, que la tenían reservada para el pensionado.

Un día en clase le dije a mi compañera que era de Madrid: “Pásame la maquineta”

Me preguntó que qué era la maquineta. Allí descubrí que en realidad, esa palabra que yo decía y creía castellana era catalana y quería decir sacapuntas.

“¿Cuántas palabras más estaba empleando mal?”, ese fue mi pensamiento. No sé por qué, desde bien pequeña me ha interesado hablar bien y conocer a la perfección las lenguas que hablo. A partir de ese día, me di cuenta que debía ser la guardiana de mis palabras. 

A modo de curiosidad: también descubrí que la palabra “melindro” era catalana. Creo que la traducción más cercana es bizcocho, pero no es bien, bien, eso.

A lo que iba.

Un día leyendo algo me encontré con un lista de pleonasmos que cuidadosamente copié en mi libreta. Soy de las personas que siempre digo: “subo para arriba” si solo digo “subo” me parece que falta algo. Tener esta lista, de alguna manera me ha ayudado a ser consciente de ello, pero (porque hay un pero) nunca hago el análisis de lo que escribo mirando si utilizo pleonasmos o no.

¡Estupendo! 

¿Y a qué viene todo esto? Pues a que ahora mismo voy a copiar aquí la lista a modo de recordatorio para ver si así se me hace mucho más presente el mundo pleonasmo. 

Ya veis, todo este rollo para copiar una lista.

Pleonasmos:

1.- Lapso de tiempo

2.- Completamente gratis

3.- Funcionario público

4.- Parámetro de medición

5.- Glosario de términos

6.- Panorama general

7.- Persona humana

8.- Me parece a mí que…

9.- Suele tener a menudo

10.- Volver a repetir

11.- Salió de dentro


21/7/25

Amnesia digital

 Leí por algún sitio:

“Dejémonos de engaños, la memoria funciona así: o la usas o la pierdes. Esta pérdida se llama amnesia digital”.

Con todo lo que está pasando a nivel de inteligencia de la humanidad, el asunto memoria vuelve a sonar por el mundo. Hasta ahora, se le había dejado de prestar atención en las escuelas porque “con el simple aprendizaje significativo” ya se tenía bastante. ¿Qué era eso de aprenderse de memoria los reyes godos? ¿O el poema de Espronceda de ese barco que tenía 100 cañones por banda? “Los niños no pueden aprendérselo todo, es demasiado largo, Que se aprendan las tres primeras estrofas. Vas a tener problemas con los padres si se lo haces estudiar todo.” ¿Y los números primos? “Solo hasta el 19”. 

Cuando yo era adolescente me aprendí, con 10 años un montón de poemas, de Rubén Darío, Espronceda, Bécquer, Machado, Alfonsina Storni, Rosalía de Castro. 
Me sabía los números primos hasta el 100. Recordaba un sinfín de datos absurdos como las fechas de cumpleaños de mi familia y amigos, fechas importantes y hasta cómo iba vestida la gente del grupo aquel día. Eso sí, me hicieron estudiar de memoria un montón de datos, lecciones, listas, poemas, canciones, fechas, etc…

Cuando yo era adolescente me sabía más de 20 números de teléfono de memoria. Ahora, no tantos, pero me sé alguno de memoria y recuerdo los números de teléfono de aquellas épocas.

Cuando yo era adolescente, miraba un callejero en casa para saber llegar a un sitio nuevo y como no quería cargar con él, iba de memoria, recordando lo que me había medio estudiado y siempre llegaba a los sitios. 

Si viajaba, consultaba el mapa de carreteras y luego debía identificarlas cuando iba en coche, leer los carteles que ponía y ver si no me equivocaba y llegaba. En una época, que había zonas de España muy mal señalizadas.

Todas estas acciones, de alguna manera, nos capacitaban a nivel espacial, temporal y memorístico. Y nos desarrollaban partes del cerebro que necesitamos y ni siquiera lo sabemos.

David Bueno dice: “poned énfasis en las experiencias sensitivas y el contacto social para compensar el alud de tecnología”. Su consejo nos dirige de nuevo, al mundo Montesori.

Hoy me he levantado pensando estas cosas y quería dejarlas por escrito. Sin ánimo de ná.

20/7/25

Lenguaje universal

El otro día, leyendo un artículo de una revista en castellano, entendí bien poco lo que me quería explicar. Algunos párrafos los leí más de una vez, pero no conseguí llegar a su significado profundo o incluso superficial.

Todo esto ocurrió porque, al principio de dicho texto, apareció un término en inglés que yo desconocía y que no quise buscar porque pensé que en algún momento, al no ser un término en español, haría, dicho artículo, referencia a su significado. Pues no. Pensé entonces que por contexto lo entendería y tampoco. El término era woke.

Así que tuve que investigar sobre esta palabra, cosa que no me pareció bien, ya que la investigación no fue porque yo quisiera, sino que me sentí obligada a hacerla si quería entender lo que se me estaba explicando.

Cuando por fin di por satisfecha mi comprensión, giré la página y seguí leyendo el artículo siguiente. En seguida, me encontré con la palabra networking. Dejé la revista y frustrada, me senté en el sofá a mirar el techo, cosa que hago a menudo para pensar. ¿En serio el castellano no tiene palabras suficientes para que yo o cualquier persona que desconozca el inglés, pueda entender lo que se nos quiere explicar?

Hace ya un tiempo, que cuando voy por la calle no me entero de qué trata la tienda  o empresa que en su rótulo tiene palabras como nails, barber’s,  butcher’s, cake shop, coffe shop, brunch… ¿En serio que ahora el juego es este? 

No acabo de entender por qué. Una cosa es que esté como traducción, que también sería discutible y la otra es que esté como título y sea yo la que debe entender, sí o sí, el inglés. Y con ello no quiero decir que vaya en contra de los idiomas, bastante pena tengo de no saber inglés, pero, al menos, que no vayamos perdiendo términos españoles, tío… ¿o debería decir bro?

10/7/25

Sin darme cuenta

Me compré un libro de David Bueno: El arte de ser humanos. Pretendía  entender algo más todo el tema del arte, pero me ha resultado ser, que también me gusta, algo más neurocientífico de lo que quería. Siempre he pensado que el arte debe estar en cualquier plan educativo; que es menos “maría” de lo que en mi época llegaba a ser; que a partir de él me puedo zambullir en todas las asignaturas.

 

Sin ser consciente de ello, también, me he apuntado a un curso de verano que se titula: El dibujo creativo en el aula: espacio, forma y trazo. En ningún momento me di cuenta que estaba  siguiendo una línea conceptual hasta esta mañana que mientras bebía mi té, me ha dado por ligar las dos cosas.

 

El arte no es solo hacer bien las cosas: “¡qué arte tienes, hija!”. También es saber expresar de forma creativa unas emociones, sensaciones o sentimientos. También es saber explicar tu pensamiento, tu forma de ver el mundo, tus quejas y críticas sobre algo. Utilizando cualquier medio, forma, manera, que llegue a través de los sentidos. Es llevar al máximo la función de relación de los seres vivos que se estudia en naturales: estímulo-análisis-respuesta.

 

Descubrir que, aunque mi consciencia no esté puesta en lo que voy haciendo, mi subconsciente se encarga de ir tomando decisiones con coherencia me da seguridad y fiabilidad en este modus operandi en el que me hallo ahora. Sin saberlo yo, me hallo por unos días trabajando temas artísticos desde un punto de vista creativo y desde otro pedagógico.

 

Así que solo me queda disfrutar de todo este arte y aprender aquello que me puede ser útil en mi día a día.

9/7/25

Cuando un libro me remueve

Soy consciente de muchas cosas aunque no quiera pensar en ellas. Hay una, que se me ha hecho muy presente últimamente y la culpa la tiene el libro (Cuanta más gente se muere, más ganas de vivir tengo) de Maruja Torres, que por cierto, me ha encantado. Me gustaría mucho poder escribir como ella, poder tener la mirada que tiene sobre el mundo y las cosas que pasan. Pero no es así, por lo que me conformo en ir haciendo mis pinitos con respecto a lo que a la escritura se refiere.

Me he ido de tema. Lo que se me ha hecho tan presente es mi camino hacia la vejez, la toma de consciencia de la finitud. 

Es cierto que cuando nacemos nos olvidamos que “ya vamos camino de la muerte” y vivimos a espaldas de esta idea hasta que un día cumples los cincuenta años y te dices: “Ahora me da igual sumar años que descontarlos”. Y aunque al principio no te das cuenta, el tiempo, tu tiempo, ha cambiado de manera sorprendente. Cada cosa que haces (a la que dedicas un “tiempo”) necesita ser de más calidad (emocional y productiva) para ti, porque desde tus cincuenta, estás descontando tu tiempo. 

Hay gente que esta toma de consciencia la tuvo a los sesenta o a los setenta; yo la tuve a los cincuenta. Y soy feliz por ello, ya que me permite haber encontrado una manera más profunda, más tranquila, más amplia de disfrutar de todo lo que hago y con ello, la paz. Y en este disfrute, también me ha aparecido el agradecimiento. 

No, no tengo una libreta para escribir cada día todas aquellas cosas por las que doy gracias. Me parece, que, para mí este método, sería un poco impostado.  Pero sí, que intrínsecamente, de alguna manera, sin palabras, solo con un fugaz pensamiento, me aparece esta sensación en mi alma y ocupa uno por diez elevado a menos 43 segundos (mi estimado “Temps de Planck”) la plenitud de esta.

Qué feliz soy cuando un libro cumple su misión: poner mi interior patas para arriba.


6/8/24

En algún lugar del alma de cuyo nombre no quiero acordarme

Debiera empezar los prolegómenos, pero no tengo ni idea sobre qué. Es insólito y singular que no sepa de lo qué hablar y esté aquí escribiendo. Vamos, no me parece ni medio normal. 

En mi interior hay una maraña inextricable de sensaciones y palabras que no puedo deshacer. Me siento emocionalmente sensible y en seguida afloran las lágrimas a mis ojos. ¿Inundan? ¿Anegan? ¿Ahogan? ¿Encharcan? ¿Llenan? ¿Empapan? ¿Mojan? ¿Cubren? ¿Obnubilan?

Y esa sagacidad que me caracteriza no me sirve para nada en cuestión de desenmarañarme. 

Voy a intercederme: “cada vez me entiendo menos porque soy más complicada”. Y no hay escandallo que saque luz sobre mí.

Se necesita con celeridad alguien capaz de ver interiores, a ver si tengo remedio o no.


5/8/24

Casa en llamas

He visto la película: “Casa en llamas”. 

Me ha encantado. 

La utilización del humor para tratar temas crudos es una de las maneras de narrar que más me gustan. ¿Y qué hay más crudo para uno mismo que no sentirse uno mismo? ¿O no ser feliz? ¿O engañar? ¿O matarte por hacer feliz a todo el mundo y que te acusen de egoísmo? ¿O que el chantaje emocional sea tu manera de comunicarte? ¿O por ser inmadura?

Reí; reí un montón, como todo el cine, que estallaba en grandes carcajadas que se iban helando poco al poco al entender el significado de la escena. Me vi reflejada en muchos momentos y por eso helaba también mi sonrisa, como el resto. Porque creo que todo el mundo, en un momento u otro se ve reflejado y recuérdese que la sonrisa helada, como los ojos, también refleja el alma.

Pensé en las relaciones familiares que conozco, en los padres y madres, hijos e hijas. Pensé y pensé hasta que me dormí y, hoy, lo primero que hago es escribirlo.

Pienso que es de las películas que se deben ver.



4/8/24

Cosas que debes hacer por obligación

Bien hacer bicicleta… Bien sobrevivir al calor… Pero hacer bicicleta sobreviviendo al calor son palabras mayores.

Cada día, como mi cardiólogo me dijo: “veinte minutos en la bicicleta estática te ayudará a mantener sano (que ya no lo está) el corazón”. Animalico… ¿cómo voy a tener sano el corazón con la de desamores que llevo encima?

Pero yo me lanzo cada tarde veinte minutos a pedalear como una posesa, más que nada por obediencia, que apetecer no apetece nada, y dolores y pinchazos es lo único que gano.

Pero al acabar y comprobar que sigo viva y que la recompensa primera es esa maravillosa ducha con agua fría que no cambio por nada en el mundo, me siento bien y feliz. Tres motivos tengo para ello: el primero, lo acabo de explicar, el segundo, es haber cumplido con algo que me he propuesto y el tercero, es notarme cada día mejor mi forma física. 

Eso sí: el maldito momento del pedaleo, con los minutos que no pasan y se paran a reírse jocosamente de mí, los resoplidos por la falta de costumbre, las cosquillas que me hace el sudor al descender por mi cuerpo, fiel aliado a las altas temperaturas, me incita a coger la bicicleta estática y por un momento sacarla de su estatismo y tirarla, con todo el impulso del que fuera capaz, por la ventana.

Dicho esto, no voy a procrastinar más escribiendo  porque ya hace rato que me toca estar pedaleando. 

Alea jacta est!


3/8/24

De felicidades anda el pensamiento

Sigo preguntándome si el que sabe menos es más feliz, o es el conocimiento quien otorga la felicidad. 

Mi cabecita anda destilando esta premisa, desde que he acabado el libro, hace un rato, de “Los aerostatos”, de Amélie Nothomb. El libro no va de eso, pero es un tema que siempre puede estar subyacente en cualquier texto y ha sido el camino que he tomado para disfrutar de mis pensamientos. 

Recuerdo un dicho que oía en mi niñez: “El hombre más feliz no tenía camisa”. Pero esta frase no induce al saber sino a las posesiones, por lo tanto debo descartarla. Mi pensamiento quiere ir por otros derroteros.

Mi segunda ex (por numerarla) siempre me ha confesado que el motivo de su desdicha ha sido el saber mucho. Según ella, el conocimiento lo que hace es replantearle la vida desde diferentes prismas, cuestionándoselo todo, de manera que la obtención de las respuestas es lo que le lleva a la infelicidad.

Creo que no acabo de estar de acuerdo con ella. Siempre necesito saber el porqué de las cosas que me ocurren a mí o a mis circunstancias. Y si vienen malos momentos, ahí aparece la famosa resiliencia que me permite flotar en aguas turbias y enlodadas.

Es cierto, que el desconocimiento hace que no nos planteemos según qué cuestiones y eso comporta de por sí, felicidad. ¿Pero es una felicidad plena?

No hace mucho, leí una novela gráfica titulada “Cuando el viento sopla” de Raymond Briggs, traducción de Rosa Montero y Prólogo de Paco Roca, los protagonistas, dos viejecitos entrañables, vivían en la inopia de lo que estaba ocurriendo y eran felices. ¡Leedlo! (como si fuera una orden).

“Cuando estás feliz, disfrutas de la canción; cuando estás triste, entiendes la letra.” 

Este dicho inglés va un poco a favor de los argumentos de mi segunda ex y en contra de los míos, pero me encanta por lo verosimil que lo encuentro y lo que en realidad significa.


2/8/24

Volverse borrosa

“El amor, incluso el más apasionado, libra un pulso constante contra la extinción de los sentimientos.”

Cuando rompes con alguien te parece que nunca vas a poderlo olvidar. Lo tienes constantemente en la cabeza; todo te recuerda a aquella persona, toda tu vida está salpicada de ella.

Después de diez años de la separación, había conseguido olvidarme por completo de mi ex; podía circular por toda mi ciudad sin pensar en ella porque se había desvanecido toda conexión entre el lugar y el amor.

Pero aún así, durante dos años más, aún notaba una zona del cerebro ocupada. Cada vez que pensaba, hablaba, creaba, vivía… notaba que había una zona oscura en mi mente que no podía dominar, que no era mía y que me impedía dedicar toda mi capacidad cerebral a lo que estuviera haciendo. Y es que se había atrincherado ese recuerdo de la persona amada en un rincón de mi cerebro, intentando sobrevivir a los ataques y embistes que mi alma dirigía para aniquilarlo y acabar de una vez por todas con la que había sido mi último amor.  

Un buen día, me levanté con el cerebro libre. Esa zona atrincherada había sido liberada y podía volver a utilizar mi mente por completo. ¡Qué tremenda redención y que absoluta felicidad! Volvía a ser yo de los pies a la cabeza.

Mientras divagaba hoy en el sofá, he sentido una terrible pena al pensar que esa persona que tanto amé se me estaba volviendo borrosa. Mi mente dedicaba pocos microsegundos a recordarla ya. Y lo que más pena me daba era saber, porque lo sé, que mi imagen en ella si no se ha difuminado ya, lleva un montón de tiempo borrosa. 

¿Cuánta gente me debe llevar como un borrón en su alma?


1/8/24

Pocas ganas, mucho calor

Me está costando ponerme a escribir. Más que nada porque estoy preocupada por la mano y  porque nunca encuentro el momento. Como siempre, quiero hacer tantas cosas que nunca hago nada. Y así no se puede. 

Cierto es que no he dejado de escribir mi diario, cosa que me hace feliz y contenta. Un objetivo que cumplo cada día y si, por alguna razón, hay alguno que no lo hago, no pierdo para nada la costumbre. Es más, añoro escribirlo.

Todo lo demás que no hago, es que no es hábito. Y si no es hábito, no hay manera de poder cumplir con ello.

Siempre pienso que cuando estudié COU tenía un horario que empezaba a las 8 de la mañana y acababa a las 3 de la tarde. Eso suponía siete horas en el cole, por lo que 6 horas y media de asignaturas… Cada día. Durante un año. ¡Cuántas cosas aprendí, cuántas trabajos realicé, cuantos problemas solucioné!

Ahora, en verano, por mucho que me ponga horarios y distribuya las tareas que tengo que hacer, no consigo superar los tres días de cumplir lo propuesto, bien sea porque algún amigo hace su aparición, bien sea porque no me apetece nada tener obligaciones.

Pero luego me siento mal porque quería realizar esas tareas. Muchas son hobbies; casi todo el resto, son necesarias para vivir; las que quedan, son para favorecerme y no andar estresada cuando empiece a trabajar.

El caso es que cada día realizo mi lista de tareas. No les pongo horario porque me parece más llevadero el día. Y cada noche se quedan buena parte sin realizar. Y lo peor es, que en vez de desistir, cada mañana, nada más levantarme, me dedico a realizar de nuevo mi lista de tareas para ese nuevo día. 

Conclusión: soy una vaga cabezota.


7/1/24

Vacía

Y aquí estoy de nuevo como una loca escribiendo y escribiendo. Escribiendo de todo: cosas del trabajo, listas, correcciones de textos, mi último proyecto teatral, rótulos en unos botes, postales de regalos que aún me quedan por dar. 
Lo importante de hoy ha sido escribir.

El otro día en el avión, como no podía dormir fuese la hora que fuese y tenía la vista muy cansada de escribir y leer, recliné el asiento hacia atrás y empecé a recordar cosas de mi vida. Es una pasada cómo un recuerdo desempolva a otro. Viajé en el tiempo y en el espacio, de un tema a otro, llena de sentimientos encontrados y de asuntos, que no recordaba y que, algunos se habían quedado sin zanjar.

Me encantó vivir situaciones que tenía absolutamente olvidadas. Ya hace un tiempo que decidí apuntar estos recuerdos en mi diario. Pero me he dado cuenta de que cada vez que recuerdo no tengo el diario a mano para escribirlo y luego me es imposible volver a recordar lo que había recordado.

En fin, eso supone crear algún tipo de anotación, sea donde sea, para, llegado el momento, volver a recrear el recuerdo. En estas ando hoy, pensando cual es la mejor manera de no perder mis recuerdos olvidados. 

Aunque lo esté explicando con esta carencia de emoción, por dentro ando reconcomida por ser incapaz de acordarme de ni uno de aquellos recuerdos. Se quedaron en las nubes, nunca mejor dicho. ¿O es que en el avión, cuando está volando es cuando se recuerda mejor? Tendré que probarlo. Hoy, aquí, en tierra, ná de ná. Vacía de recuerdos, estoy.


24/12/23

Cuento de Nochebuena

Érase una vez una persona feliz que disfrutaba siempre de la vida y especialmente de las Navidades. Vivía con ilusión y gozaba de todo lo que tenía su alrededor.

Un día, una malvada bruja se plantó delante de ella y la cautivó con su magia. Vivió los mejores momentos, iluminando y colmando su existencia de todo aquello que deseaba cualquier persona: amor.

Pero las brujas no pueden hechizar a la gente por mucho tiempo y esa personita, poco a poco, fue perdiendo ese halo de felicidad y tranquilidad con la que  había sido atrapada. Y al abrir los ojos descubrió toda la maldad que realmente le rodeaba. Luchó encarnizadamente por huir del hechizo de amor posesivo en el que la había atrapado y lo consiguió. Pero lo malo que tienen las luchas es que, a pesar de ganar, también se pierde. Y ella perdió para siempre la capacidad de disfrutar.

Cuenta la leyenda que desde hace tiempo existe una persona que vive sin vivir en sí; que deja pasar el tiempo y no disfruta de nada, porque cuando estuvo hechizada conoció lo que fue el amor verdadero y ahora solo siente vacío en su interior.

Así que esta Nochebuena solo se limitará a hacer ver que está ilusionada y feliz por poderla compartir con gente que sabe que la quiere, pero que no puede llenar su vacío, secreto que guarda en su interior.

Colorín colorado este cuento no se ha acabado ni se acabará nunca.

23/12/23

Grandes ideas


Día de correr donde los haya. 

 

Y eso que me dije desde el primer momento: “con los tiempos que corren, este año no pienso hacer ningún regalo.” 

 

Y llega hoy y me digo: “¿cómo no voy a hacer ningún regalo? ¿Toy tonta o qué?” 

 

Así que corre que te corre, buscando regalos que no he pensado de aquí para allà y volviéndome absolutamente loca con las compras, porque, sin tiempo para mirar, ya me está bien cualquier cosa.

 

¿De donde saqué la estúpida idea de que sería capaz de celebrar unas Navidades sin  hacer ningún regalo? Seguro que esto empieza a ser vejez. 

 

Recuerdo cuando mi abuela que empezaba a ser muy mayor, nos regaló, a mis hermanos y a mí, 5 euros, cuando lo que acostumbraba a regalarnos eran 100 euros. Creo que he empezado a ir por el mismo camino. 

 

Me he apuntado en un post-it “no hacerme caso cuando tenga ideas absurdas”.

22/12/23

Orden y concierto

Siempre que tengo que trabajar en casa, no puedo hacerlo si antes no la tengo toda recogida. 

 

Necesito tener el plato del desayuno y la taza limpios y todo lo que he utilizado en su sitio. Necesito tener la cama hecha, la ropa recogida y la habitación ventilada. El comedor sin ninguna mochila apoyada en las sillas. Necesito, también, tenerlo ventilado y con los cojines del sofá mullidos y sin ninguna deformación.

 

Cuando mi casa está totalmente a mi gusto, entonces y solo entonces, puedo concentrarme en mis labores. 

 

Normalmente, durante el día trabajo en una mesita que me monto en el comedor, al lado de la puerta corredera que da a la terraza. Me encanta trabajar con la luz del día. Si ya ha anochecido, prefiero hacerlo en mi despacho, da al interior y de día entra muy poca luz, tan poca, que se necesita encender la luz eléctrica. 

 

Cuando trabajo y me trabo en lo que estoy haciendo, me suelo levantar de la silla y contemplar las diferentes estancias de la casa; todas ordenadas y limpitas. Me hace sentir bien y eso me catapulta a destrabarme y continuar trabajando. Soy de las personas que piensa mejor cuando están de pie y andan.

 

Viendo esta necesidad de tener la casa siempre bien arreglada, desde hace tiempo decidí que no me iría a dormir sin tener todas las cosas en su sitio, sin tener la ropa preparada para el día siguiente. Sin tener todo lo que necesito en mi trabajo preparado en la mochila o el macuto que haya decidido llevarme… Y me encanta, antes de ir a dormir, dar una vuelta de reconocimiento para ver y sentir el placer de vivir en un lugar ordenado.

 

No sé si solo me pasa a mí, pero cuando optimizo alguna estancia y cambio las cosas de sitio porque creo haber encontrado alguna manera mejor de ubicarlas, al cabo de un rato de haber acabado, entro en la habitación a mirarla. Una vez, y otra y otra… y me llena de gozo ver lo genial que ha quedado.

 

En fin, os cuento esto porque hoy ha sido un día de optimización y ahora, estoy deseando acabar este escrito para ir a ver de nuevo cómo ha quedado el despacho. Me voy, ya no aguanto más.

21/12/23

Morir sola en casa

Me decían el otro día que una de las cosas que está preocupando más ahora es el hecho de que la gente muera sola en casa, porque es un suceso que ha ido aumentando poco a poco. Se prevé, que en un breve tiempo habrá mucha más gente que lo haga. 

 

Yo, que vivo sola, tengo asumido que morir en casa sin compañía es algo que me puede ocurrir. Pero pensaba que es porque me he quedado para vestir santos (cosa que no hago). Creía que la gente era mucho más suertuda que yo, que vivía feliz en su nidito de amor. No me lo había planteado como una cosa general, pensaba que éramos pocos los que vivíamos con la soledad hasta el cuello.

 

Cuando rompí con mi última pareja tenía la esperanza de que no fuera la postrera. Pero pasando el tiempo a la velocidad que lo ha hecho, ni desesperanza me queda. Empiezo a tener asumida mi soledad de por vida.  Tengo amigos, sí, que se preocupan por mí y por saber si sigo coleando, pero esa persona que te acaricia el alma cada mañana, que te hace poner los pies en el suelo cada día, que te tiene priorizada en su vida, esa, no la tengo. 

 

No es que me preocupe el tema, que no lo hace, pero cuando alguien lo menta, me da por pensar en él. Supongo que para las mentes analíticas es normal hacerlo. En cuanto acabe de escribir me olvidaré hasta que alguien haga mención o, por esas cosas de la memoria, vuelva a recordarlo yo misma.

 

Así que, antes de ponerme nerviosa pensando y pensando en mi cruda realidad, pongo punto final a este texto y apago con premura mi ordenador. 

20/12/23

Escasez de orgullo

Soy de orgullo superfluo. Por esto sobrevivo en cualquier campo de batalla: me da igual todo. 

 

Cuando debo utilizarlo, solo consigo desperdigar pequeñas motas de jactancia por encima de mi carácter. 

 

Si el reverso de los celos equivale a más celos, el reverso del orgullo, ¿a qué debe equivaler?

 

Este es el tema que hoy corre por mis venas y que atormenta mi mente a cada silencio. Hay algo de vertiginoso en este pensamiento que promete prontos acontecimientos.  Y, mientras, yo vivo radicalmente ajena a todo lo me ocurre en el momento en que aparece ese orgullo que es como si fuera una pequeña salpicadura que se limpia pasándole un pañuelo de papel, de la que no queda ni rastro.


¿Adónde voy con esta caca de orgullo que no me sirve para nada? ¿Crecerá algún día? ¡Cómo va a crecer si hasta ahora no lo ha hecho? Pero… la esperanza es lo último que se pierde. Por cierto, mejor ato a mi orgullín, que lo puedo perder en cualquier momento.

19/12/23

Laborando ando

Me hallo con diligencia sentada en un nuevo puesto de trabajo. ¿Me apetece? No. ¿Me gusta? Tampoco. ¿Lo tengo que aguantar en silencio? Sí, cual almorrana.

En silencio mientras lleno de conjeturas mi esperanza para que la vida, el karma, o quién sea el encargado me coloque en nuevos parámetros, lejos, muy lejos, de los que me hallo ahora. 

 

Este nuevo puesto de trabajo que me obliga a colmar de colores el inmenso vacío que me provoca, mientras mi mente se llena de ese humor cáustico que me confiere la impotencia.

 

Polaridad de sentimientos en la que vivo al pensar que cada día, diligentemente, voy a tener que sentarme en mi nuevo puesto de trabajo, que con cada jornada que pase dejará de ser tan nuevo. Adquiriremos los dos una prematura vejez, yo por no soportarlo, el por tenerme que ver cada día.

 

Procedo, o me procedí o  me procedieron a tomar posesión del rectángulo que será mi mesa mientras alguien, que debiera ser yo, pero no lo voy a ser, no diga lo contrario.

 

Y, con el tiempo, lo que comienza como siendo un alifafe me conducirá  a una dolencia y esta a un desazón que acabará conmigo, consumiéndome mientras gimo agriamente. Y me volveré falaz y pendenciera por no haber sabido decir no, no quiero este trabajo, la vida es otra cosa.

18/12/23

Pasas que cosan

Estoy motivada. Tengo ganas de escribir. Tengo ganas de seguir como siempre haciendo un montón de cosas que me llevan a no tener tiempo para hacer nada. Esa es la triste realidad. Pero sigo motivada, porque creo que, en mí, ya se ha convertido en un estado de vida. 

 

Llega a tanto la motivación, que hoy no he encendido la tele ni me he sentado en el sofá a no hacer nada ni a decirme lo cansada que estoy. Esta motivación es más un estado energético que nada tiene que ver con el “facto”. Quien me entienda que me compre.

 

Y no quiero irme a dormir con la motivación en ristre, porque no pararía de dar vueltas y más vueltas sin poder dormir y mañana me despertaría con la sensación de haber perdido la oportunidad de hacer. Nadie puede negar que la motivación, si funciona pasa a ser un hecho, por lo qué, por ende, dormirla sería un deshecho. 

 

Y aquí me hallo motivada y sin nada objetivo alguno. ¿Se ha visto desperdicio más grande? 

 

Creo que mejor me pongo nos ponemos el pijama, mi motivación y yo, y mañana será otro día y, por supuesto, otra motivación. 

2/6/23

Incordiar, he aquí la cuestión

Toda esa gente que no tiene vida, aunque se piensen que sí porque hacen las tres funciones vitales (relación, nutrición y reproducción), pero está más preocupada por la vida de los otros que por vivir la suya y se dedica a incordiar (envidiar, molestar, alterar, insultar, agredir) al prójimo, debería tener un botón de reset y si ni así, autodirigirse al desguace.

Otro gallo cantaría entonces. La gente que se dedica a sus cosas podría vivir tranquila sin que los que viven sin vivir en ellos porque viven pendientes de nosotros, se dedicasen a alterarnos.

¡Qué vidas tan vacías que no tienen otra que llenárselas con las nuestras! Y lo que es peor, sus retoños crecen mamando estas rabias, porque en el fondo son rabias, de sus progenitores hacia personas que luchan por tener la vida que quieren. Qué luchen ellos también, pero no contra nosotros, que no somos sus enemigos. Aquí el único enemigo que tienen es él mismo.

Lo dicho, si se aburren que jueguen al parchís y se autocanten las cuarenta.

31/5/23

Lectura dramatizada

Hubo un día, en que me armé de valor y con dos actores montamos una lectura de una selección de mis textos.

Desde el mismo momento en que los ofrecí para ser leídos, me arrepentí. Son algo muy personal, que nace de dentro de las entrañas, que nace a flor de piel y que nace de un alma rota y pegada de cualquier manera. Unos textos que han llenado mis dedos al escribirlos por tener las manos vacías de amor y caricias. Puse delante de mí en palabras una existencia. Eran unos textos que querían ser una excreción de un amor apaleado, ajado y muerto a fuerza de los días. Unos textos en los que había cesado la tortura de la esperanza, que había estado ardiendo como si fuera una tea y me abrasaba el sentimiento y la cordura.

Y sí, llegó el día de ser leídos delante de un público. Los actores con su excelente interpretación, elevaron lo que había sido mi muerte en vida a una comunicación entre alma y alma. El silencio se podía cortar. En la sala se habían acompasado los corazones de cada una de las personas. Ni un movimiento en la silla. Solo silencio y atención.

Mi corazón desbocado latía por cualquier parte de mi cuerpo; en los oídos, en la muñeca, hasta en la pantorrilla. Mi respiración se aceleró marcando el tempo del carrillón detenido en escena. Sentí que me venía un mareo. Pero aguanté. Aguanté ese infinito tiempo en que oía todo lo que había escrito con una lentitud pasmosa de metrónomo.

Y sin darme cuenta de nada, me sobresalté al oír los aplausos del público. Estaba al final de la sala y me era crucial ver la cara de la gente. No quería compasión. Tenía vergüenza de haberme desnudado delante de tantas personas.

Me llamaron a saludar y tuve que recorrer el pasillo, entre aplausos y sonrisas hasta el escenario. Saludar. Volver a saludar. Y entre saludo y saludo, observar al público que parecía haber disfrutado de la lectura. 

Todo se convirtió en felicitaciones y expresiones de admiración de lo bien que había sido interpretado y de lo preciosos que eran los textos. Empecé a estar como en una burbuja llena de irrealidad.

Por la noche, en la cama, cuando me dediqué al repaso del día, aún feliz por el éxito, me di cuenta que todos esos años de dolor y desamor, de desesperanza y soledad, habían servido para divertir a un público durante una hora.

Como decía mi madre: menos da una piedra.

30/5/23

La cuadratura del círculo

Si no es indiscreción, explícame que te pasa. Cada vez que paso por delante de ti te noto apabullada, más concretamente, abrumada. Y cuando te saludo, me contestas un “hola” en tono polvoriento y sordo.

¿Te he hecho algo para que estés así conmigo?

Que yo recuerde, apenas tenemos contacto y siempre te saludo con cordialidad y simpatía. Es cierto, que no me paro a hablar contigo, pero es que no nos conocemos personalmente. Solo de cruzarnos en el trabajo o de coincidir cuando es la hora del desayuno, tú con tu café en la mano, yo con mi coca-cola. Si nos habláramos sería una conversación banal, utilizando la típica función fática de ascensor. Poco más. Y yo soy muy poco docta en estas situaciones.

Si trabajaras en un bar y yo estuviera tomando una copa en la barra, lo mismo sí que te contaría mi vida. Es propio hacerlo en esos lugares. Pero no es el caso.; si lo fuera, seguro que me saludarías con más cordialidad, con algo de cariño, cada vez que me vieras aparecer por la puerta, mientras piensas: “Aquí viene la pobre, a ver qué batallita me cuenta hoy”. Y yo habría ido a tu bar precisamente porque pensaría que te hace ilusión escucharme.

¿No será que te has enamorado de mí? Eso no puede ser. Si no nos conocemos de nada. ¿Qué nos habremos cruzado, unas 20 veces este año? Sé que aún estoy de buen ver me lo dicen mis amigos pero, antes de hoy no he visto ninguna otra señal… y cuando una se enamora, va colmando de señales todo su alrededor como si fueran anzuelos en un barco pesquero. Porque no se trata de otra cosa que de pescar.

Ahora que lo pienso, lo que yo he entendido como un “hola” polvoriento y sordo, lo mismo era uno de esos holas que se sueltan entre la vergüenza y la inseguridad mientras una va pensando: “¡Tierra, trágame! Muero de amor y ella no sabe nada. No quiero que me lo note. Sí, sí que quiero. Ay, qué difícil es el amor”.

Creo que ya lo entiendo todo.

Hoy, nada, porque sería un poco forzado. Pero mañana, si nos cruzamos, después de mi hola, te besaré. Así disiparé esta tremenda duda que me has creado.

Estoy contenta porque aún levanto pasiones.

29/5/23

Cabezonería

Me despierto pensando que hace tiempo que no escribo en el blog. Me angustio. Los días pasan tan rápido que me olvido de hacer un montón de cosas que me gustan. Me puede más el cansancio del trabajo y esa extraña atracción que he desarrollado por el sofá.

Antes, con mis insomnios, tenía más tiempo. No me quejo, no me malinterpretéis, no volvería a ellos. Dormir es maravilloso; prefiero dejar de cernir sobre mi alma, cosa que me encanta, que volver a dormir tan pocas horas como antes.

Debo encontrar un momento para escribir en el blog. Me atenaza la angustia. ¡Ja!, soy optimista y, por lo visto, de orgullo superfluo. Perdida la costumbre, desisto en seguida de actualizar mi blog como debiera. Me viene pasando estos diez últimos años. ¿Por qué no lo abandono? ¿Por qué sigo empeñada en volverlo a levantar?

Ahora me pondré como una loca a escribir cada día para volver a sentir esa sensación tan maravillosa que percibía por aquellos entonces, cuando veía que, día tras día, colgaba mis textos en el blog.  Pero sé con seguridad que, en breve, se cruzará algo en mi camino que necesitará de mi absoluta atención y cuando acabe de atenderlo, irresistiblemente volveré a caer en el sofá y volveré a olvidarme de su existencia. Me asfixia la angustia.

¿Debo aniquilarlo? ¿Acabar con él? ¿Qué extraño orgullo me impide hacerlo?

Noto que he perdido la práctica en la escritura. Me cuesta dominar el texto y conducirlo allá donde mi interior quiere. No creo que sea porque el coste sea más doloroso que antes. ¡Qué va! Me siento bastante alejada tanto del dolor como de mis circunstancias. Debo encontrar el camino que conecta mi interior con las palabras. Eso es lo que debo hacer.  Una vez establecida la conexión, la comunicación será imparable. Este es el camino. Se disipa la angustia. 

Fundido en negro.

17/10/22

Necesidad de escribir y no tener nada que decir, he aquí la cuestión

Leí no sé dónde, una frase que decía (siempre estoy a punto de utilizar el verbo rezar en vez de decir, pero no lo hago): “el libro que debe escribirse es el que grita más fuerte en la mente del escritor”. Callo para ver qué oigo: silencio. Conclusión directa: no debo escribir ningún libro.

¿Qué voy a contar? ¿Mis experiencias con la tristeza y la pérdida? ¿Mi adolescencia arruinada con miedos que nunca tuvieron nombre? ¿O esa masa de recuerdos y sentimientos que tengo por desenredar y que no le interesará a nadie?

Creo que prefiero el consuelo que proporciona la lectura al sufrimiento que conlleva escribir. Al fin y al cabo, aportamos todo lo que somos cuando leemos. Nuestra visión subjetiva hace que nuestra lectura vaya a favor de nosotros mismos. No por otro motivo, existe ese atávico rincón en nuestro ser.

Nunca he tenido una frase inicial insistente que fuera puerta de un futuro escrito. Pero mucho mejor así, porque tener una historia y no escribirla, duele. Las historias son infecciones que la única manera que existe de erradicarlas es plasmándolas por escrito. Si no lo haces, se te comen por dentro, te consumen lentamente la luz y puedes llegar a convertirte en un ser tan insustancial como el humo.

16/10/22

El universo está a mi favor

Me está siendo difícil empezar a escribir hoy. No hago más que empezar la primera frase y borrarla antes de llegar a acabarla. Llevo ya más de cinco intentos.

Pienso.

No encuentro las palabras exactas para explicar lo que siento porque, cuando lo leo, está escrito más exaltado de lo que debiera. Esto que la lengua tiene la propiedad de ser precisa y a mí me gustaría un poco de asepsia en este texto.

Hace ya casi diez años si no los hace ya—, que tras una ruptura amorosa vinieron los colaterales: pérdida de amistades conjuntas y propias.

Fue lógico que las perdiera por todas partes, ya que mi comportamiento y no es justificación no fue correcto. Se juntó una inmadurez con el condicionamiento, en el que me encontré sometida, de la persona que era mi nuevo amor.

Ese nuevo amor, no era más que un disfraz de lo que ya se veía y yo no quería veruna relación tóxica.

Mi comportamiento cambió y se resintió todo mi alrededor.

Hasta aquí los antecedentes de esta historia.

Cuando logré romper la relación con ese “mi nuevo amor”, me quedé muy destrozada. Tanto por lo que había estado viviendo, como por la propia ruptura. Tras un tiempo de poca energía y pocas ganas de hacer, me propuse hablar con todas esas amistades que había perdido, explicar mi comportamiento y dejar que fueran ellas las que decidieran si reanudaban la relación conmigo o no.

Me pasé muchísimas noches pensando en este tema. Teatralicé en mi mente las conversaciones que debía llevar a cabo con cada una de ellas. Hice trabajo de humildad diciéndome que aceptaría cualquier decisión que tomaran (que continuaran con la amistad o no, que me perdonaran, que quisieran empezar de cero). Y un día, de sopetón, me lancé.

Fue una etapa dura, agotadora, porque tenía que tragarme esa sensación de vergüenza que tenía al tener que admitir mi mala conducta, mi equivocación y aceptar el fracaso de esa relación de amor que había antepuesto en mi vida a todo. Pero, poco a poco, con esfuerzo y demostrando que yo era la misma de siempre y que solo me había equivocado en las elecciones durante una época de mi vida, he ido recuperando a casi todo el mundo.

El universo está a mi favor.

Hubo una chica, que estaba tan cercana a mi otra ex, a la que no hice nada para recuperar; pensé que no querría saber nada de mí y nunca lo intenté. Es alguien que, de alguna manera, compartía intereses cercanos a los míos y las veces que nos vimos, era divertida y alegre, y me hacía reír, cosa que valoro mucho en las personas.

Pues ayer, se alinearon los astros o lo que fuera y por una serie de circunstancias quedamos. Primero de todo, me hizo una ilusión tremenda que quisiera quedar. Segundo, pude explicar mi comportamiento, que no justificarlo, porque yo no tuve un arma apuntándome para actuar como lo hice. Me entendió.

Una vez en casa, estuve pensando en cómo nuestros pensamientos nos llegan a complicar la vida. Toda esa serie de trabas que nos ponemos a nosotros mismos impiden que problemas, que no son problemas, se alarguen en el tiempo. O quizá, estos pensamientos sean equivocados y precisamente lo que fue es que ocurrió en el tiempo apropiado y dadas las condiciones adecuadas, como indica la ciencia.

15/10/22

Cosas de la psicóloga

Me pregunta si soy una persona que ayudo a los demás.

Piénsalo esta semana y ya me dices la que viene.

Opina que debiera dedicar más tiempo a mi misma que a mi entorno. Que siempre estoy ayudando a tal persona, o a tal otra o estoy preocupada por los problemas de alguien y soy yo la que se para a pensar, buscando soluciones para poder aportarlas en abanico a la persona en cuestión, sin valorar si se lo merecen o no. Vamos, en definitiva, que de alguna manera se aprovechan de mí, piensan.

Me siento en mi sofá y pienso.

Realmente es cierto que me paso el día ayudando a los demás, siempre que puedo; que me gusta que confíen en mí y que me cuenten sus inquietudes (problemas, angustias y desesperos). Ellos saben que les voy a dedicar un tiempo y que a la que encuentre alguna salida, me comunicaré con ellos y expondré mi visión.

Pero también es cierto que no me abandono ni priorizo a los demás por encima de mí. No soy ninguna abnegada, ni ninguna santa que dedica su vida a los demás. Es más, esto, en otra época, no hubiera podido hacerlo. Era yo la que estaba perdida en mí misma; había dejado de ser yo y me había convertido en un ser insustancial, dolido y quejumbroso, que pocas ganas tenía de recomponerse de sus cenizas, bien, por falta aliento, bien, por no querer hacer el esfuerzo. Entonces sí, que, encerrada en mí misma, no existía nadie más.

Me levanto a prepararme un té. He encontrado uno me que encanta que se llama Kukicha y está hecho de ramitas y tallos de té. Mientras lo voy preparando y el hervidor empieza a hacer ruido, sigo pensando.

Decido que voy a buscar por internet a ver qué encuentro sobre el tema. Pienso que la psicóloga no me conoce demasiado y piensa que ese es el camino que debe seguir. A mí, el tema, con lo inquieta que soy, me ha abierto un mundo. Investigar y conocer son los aspectos de la vida que más me gustan. Y sí, cada vez más vivo aislada en mi vida contemplativa, analizadora y llena de hobbies que necesitan de mi soledad y de mi tiempo.  Me paso un buen rato picoteando de una página a otra; justo hasta que empiezo a no tener aportaciones nuevas sobre el tema.

De nuevo en la consulta de la psicóloga.

—¿Has hecho tu trabajo? ¿Has reflexionado?, ¿qué me dices? me ametralla.

Que siempre ayudo a otra gente, si se lo merecen o no, eso viene después. No todos se merecen el esfuerzo, supongo, pero el esfuerzo siempre merece la pena.

¡!

¿A que me quedó bien? Pues es una frase de Frieda Belinfante, si no sabéis quién es, dedicad unos minutos a Wikipedia. Yo tampoco la conocía.

14/10/22

Días extraños que me gustaría extrañar

Por muy feliz que se sea y sin problemas, hay un día, que sin saber por qué nos despertamos y ya sentimos una sensación rara. Hoy ha sido uno de ellos.

Me he levantado aminorada en todos mis ámbitos, tanto es así, que no me reconozco. ¿Dónde estoy? ¿Por qué me he esfumado? ¿Dónde ha ido a parar ese sosiego místico que comporta la felicidad? Sé que soy yo la que pienso, pero ha aparecido en mi interior otra voluntad que no controlo.  ¿Dos voluntades? ¿Una sola voz? ¿En qué laberinto mental me he metido ahora?

Lo que tengo claro es que la otra voluntad ha venido a restregarme en mi miseria. Me echa en cara haberme largado teniendo conversaciones pendientes con ella. “Es muy cómodo dedicarte a crear un huerto donde labrar tu fe”, me dice mi voz en boca de mi otra voluntad, “largándote y dejando a mí recoger tus pedazos. Lo tuyo es de una cobardía moral…”.

Siempre supe que las huidas no son buenas y menos cuando se huye de una misma. Va a hacer falta cierto entendimiento para acabar con este desdoble. Se van a tener que enfrentar con su propia dialéctica, en una lucha discursiva que puede convertirse en una diatriba. Una batalla contra lo inmediato hasta las últimas consecuencias.

Me fascina. Me fascino. A ver si conseguimos esa verdad superior y me vuelvo bajo el velo de la costumbre. 

Ser feliz es la mayor de las mentiras.