Me está siendo difícil empezar a escribir hoy. No hago más
que empezar la primera frase y borrarla antes de llegar a acabarla. Llevo ya
más de cinco intentos.
Pienso.
No encuentro las palabras exactas para explicar lo que
siento porque, cuando lo leo, está escrito más exaltado de lo que debiera. Esto
que la lengua tiene la propiedad de ser precisa y a mí me gustaría un poco de asepsia
en este texto.
Hace ya casi diez años —si no los hace ya—,
que tras una ruptura amorosa vinieron los colaterales: pérdida de amistades
conjuntas y propias.
Fue lógico que las perdiera por todas partes, ya que mi
comportamiento —y no es justificación— no fue correcto. Se juntó una
inmadurez con el condicionamiento, en el que me encontré sometida, de la
persona que era mi nuevo amor.
Ese nuevo amor, no era más que un disfraz de lo que ya se
veía —y
yo no quería ver— una relación tóxica.
Mi comportamiento cambió y se resintió todo mi alrededor.
Hasta aquí los antecedentes de esta historia.
Cuando logré romper la relación con ese “mi nuevo amor”, me
quedé muy destrozada. Tanto por lo que había estado viviendo, como por la
propia ruptura. Tras un tiempo de poca energía y pocas ganas de hacer, me
propuse hablar con todas esas amistades que había perdido, explicar mi
comportamiento y dejar que fueran ellas las que decidieran si reanudaban la
relación conmigo o no.
Me pasé muchísimas noches pensando en este tema. Teatralicé
en mi mente las conversaciones que debía llevar a cabo con cada una de ellas.
Hice trabajo de humildad diciéndome que aceptaría cualquier decisión que
tomaran (que continuaran con la amistad o no, que me perdonaran, que quisieran
empezar de cero). Y un día, de sopetón, me lancé.
Fue una etapa dura, agotadora, porque tenía que tragarme esa
sensación de vergüenza que tenía al tener que admitir mi mala conducta, mi
equivocación y aceptar el fracaso de esa relación de amor que había antepuesto
en mi vida a todo. Pero, poco a poco, con esfuerzo y demostrando que yo era la
misma de siempre y que solo me había equivocado en las elecciones durante una
época de mi vida, he ido recuperando a casi todo el mundo.
El universo está a mi favor.
Hubo una chica, que estaba tan cercana a mi otra ex, a la
que no hice nada para recuperar; pensé que no querría saber nada de mí y nunca
lo intenté. Es alguien que, de alguna manera, compartía intereses cercanos a
los míos y las veces que nos vimos, era divertida y alegre, y me hacía reír,
cosa que valoro mucho en las personas.
Pues ayer, se alinearon los astros o lo que fuera y por una
serie de circunstancias quedamos. Primero de todo, me hizo una ilusión tremenda
que quisiera quedar. Segundo, pude explicar mi comportamiento, que no
justificarlo, porque yo no tuve un arma apuntándome para actuar como lo hice.
Me entendió.
Una vez en casa, estuve pensando en cómo nuestros pensamientos
nos llegan a complicar la vida. Toda esa serie de trabas que nos ponemos a nosotros
mismos impiden que problemas, que no son problemas, se alarguen en el tiempo. O
quizá, estos pensamientos sean equivocados y precisamente lo que fue es que ocurrió
en el tiempo apropiado y dadas las condiciones adecuadas, como indica la ciencia.