Marta se levantó
aquella mañana un poquito antes de lo habitual. Últimamente, con la llegada de
la primavera y su más temprano amanecer, la primera luz que se colaba entre las
persianas de la habitación le hacía abrir los ojos como platos mientras la
despertaba sin miramientos ni contemplaciones.
—Creo que ya toca cambiar estos edredones
por una colcha más fina —pensó al
descubrir que tenía la piel húmeda. Se sentó en la cama y miró hacia su derecha
para comprobar si su marido seguía durmiendo— ¡Qué suerte tiene, duerme como un
lirón!
Siempre había envidiado a las personas que
se meten en la cama, se quedaban dormidas al momento y no se cambiaban de
postura en toda la noche. Ella, sin embargo, antes de quedarse dormida había rotado
tantas veces de posición que la cama parecía que nunca hubiera estado hecha.
Incluso dormida no paraba de moverse de un lado a otro, tapándose hasta el
cuello si notaba frío o bien sacando un pie de debajo del edredón a modo de
termostato si tenía calor.
Se desperezó un poco, en silencio, justo
para desentumecer los músculos pero no
mucho más, para evitar tirones y dolores que la propia edad conlleva.
Desde que su hija se independizó su vida
había adquirido una rutina que a pesar de que nadie le obligaba a seguir, cumplía
religiosamente como si en ello le fuera la vida. Ahora que como matrimonio tenían
todo el tiempo del mundo para hacer lo que quisieran, vivían con más horarios
que nunca.
6 comentarios:
Dintel, cuando acabes de colgar los post del capítulo , intentare hacer un análisis literario, aunque ya te advierto de antemano, que no es lo mio.
La rutinas dan forma a lo cotidiano y el miedo hace que nos agarremos a estas como señales que indican esa ruta que se perdió. Me ha gustado. Bs
Me parece genial un "despertar" para un primer capítulo. ¡Súper acertado!
Wazowski, se agradece.
Clara, gracias.
calcetinrayado, no lo había visto desde esta perspectiva. También me ha gustado.
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