Ahora busco obsesivamente cucarachas rubias por casa. No sé
si son celos de mi amiga porque ella tiene y yo no, o si es por descubrir si
consideran mi casa apropiada para vivir. He sacado el zócalo de los muebles de
la cocina y no he encontrado nada, ni tan siquiera una pequeña tijereta de esas
del polvo que habitan en todas las casas. Luego he separado la nevera, el
lavavajillas y la lavadora a ver si detrás, con el calorcito de los motores,
habían hecho nido. Todo lleno de estepicursores y nada más. Se me ha ocurrido
que lo mismo detrás del sofá encontraba alguna. Esperanzada lo he retirado en
busca de unas antenas filiformes y de nuevo, nada. Al final he desistido de
buscarlas y me he ido a la cama a leer. Tres veces he leído la misma línea. Me sentía
bastante afectada por no tener ninguna cucaracha conviviendo conmigo. Me he
levantado y he ido al armario donde guardo las herramientas. Me he hecho con un
destornillador de pala. Primero, he separado los zócalos de las paredes, con
mucho cuidado, por si había alguna, no asustarla. Después he empezado con las
lamas del parqué. Con sumo cuidado las iba despegando una tras otra y numerando
para volverlas a poner en su sitio una vez hubiera dado con alguna. Tras levantar
la última y ver que no había ninguna cucaracha en mi casa, me he sentado
apoyada en el montículo de las maderitas que había arrancado mientras me
invadía una sensación de vacío y de soledad; ¡qué tremenda injusticia! Como
buena resiliente en cinco minutos ya me he marcado un objetivo: autoinvitarme a
casa de mi amiga para robarle una.
4 comentarios:
Leete La transformación, para tener Cerca la única cucaracha adorable
La metamorfosis quería decir!
Yo, ya he leído la metamorfosis, me encanta.
Publicar un comentario