Me retuerzo en la cama como una culebra a la que se le ha
quemado la cola porque la soledad abrasa igual que si de fuego se tratase. Salpico
de tristeza mi almohada que ya no huele a ti a fuerza de besarla y de
abrazarla. Quién sabe del deseo implacable autoaniquilado. Me sostiene el lado
oscuro entre murmullos. No. No fue un amor desgastado. Fue un amor incontrolado
lo que está acabando conmigo.
¡Levántate! Abandona cualquier quejumbre y vuelve a derramar
palabras, me digo. Debo volver a caminar, a charlar, a respirar. Debo moverme y
avanzar. No puedo pensar. La noche sigue y me engulle. No soy ningún héroe. Me
dejo llevar.
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