Hay cosas que no cambian, sigo haciendo los trabajos, los
proyectos, los dibujos, en el último momento. Me mato por hacerlo bien y
disfruto, disfruto muchísimo de la investigación, de la realización, de tener
que plasmar mis ideas en palabras o dibujos. Y me encanta. Y me paso horas y
horas seguidas intentando crear la octava maravilla y normalmente lo consigo.
Pero siempre, siempre, siempre pienso: “si lo hubiera empezado con más tiempo
lo habría desarrollado en profundidad, cosa que me hubiera reportado muchísimo
más placer”. Porque me es placentero crear. Me extasía y me retuerce recovecos profundos
de los que ignoro su existencia. Me encanta pulir la savia bruta que se
almacena por mi materia gris y moldear en ámbar la incipiente idea extraída de
la fragua de existencia.
Pero pasan los años (y las décadas) y continuo realizando
mis trabajos el último día, en el último momento. Me empieza ya a frustrar que
todo ese delirio lo tenga que condensar en un día, en una tarde, en una
sentada. Dicen que nunca es tarde para cambiar, pero la experiencia me inclina
a pensar lo contrario. Así, que, siendo como soy, no me queda otra que aceptarlo.
2 comentarios:
Dintel,que bien que has abierto otra vez las bisagras de la puerta de tu blog.Somos muchas las que dejamos las cosas para el último día.
Un abrazo
Nabila, me alegra saludarte. Sí, lo del último día me parece que es un clásico.
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