16/12/18

Lucha contra los elementos


En fin, no sé ni cómo soy capaz de escribir porque tengo unas agujetas en los brazos y unas tensiones en la espalda, en la parte de los omoplatos, que me impiden hacer cualquier cosa más allá de dejarlos descansar, muertos, en la cama.

Todo porque esta mañana me he batido en una de las más grandes luchas de mi vida. No dudéis por un instante de quién ha ganado; después de casi una hora de encarnizamiento he abatido al enemigo, doblegándolo. He conseguido que obedeciera y cumpliera con su obligación. Ríome yo de tener que bregar con un joven con mala adolescencia. ¡Ja!

Todo ha venido cuando he querido cambiar las sábanas. He desmontado la cama y he puesto en marcha la lavadora. Mientras, me he preparado el desayuno y, feliz y legañosa, me lo he comido. Así, que he preparado mi ropa y me he duchado, acicalado y vestido. Hasta aquí ningún problema.

Cuando he vuelto a la habitación (en qué mal momento se me ha ocurrido), me he dispuesto a hacer la cama con las sábanas limpias. La sábana bajera, con una incipiente rebeldía, se obstinaba en no agarrarse en una de las esquinas. Cuando lograba ponerla saltaba por otro lado. Al principio no le he dado mucha importancia. Dejaba aquella esquina y me dedicaba a la otra. Volvía a saltar por la opuesta. Yo, que andaba metida en mis pensamientos, no era demasiado consciente de este comportamiento y menos aún de que iba a ser el preámbulo de una batalla campal. Después de tres intentos de ir de una lado a otro de la cama, de luchar con la altura del colchón (antes eran más bajitos y se podía poner la sábana bajera por debajo) y de empezar a ponerme nerviosa, he conseguido, por fin y sin saber muy bien cómo, que la bajera quedara cogida por sus cuatro esquina y además, tensada.

Ahora tocaba el turno al nórdico. Tengo dos nórdicos, uno dócil como un corderito, que tiene la parte de debajo abierta de un lado al otro y que en principio no me ha dado problema nunca. Pero tengo otro, arisco y maleducado, que se niega a obedecer y a cumplir su función, que esta mañana me ha retado sin dar su brazo a torcer en ningún momento.

El susodicho, en la parte de abajo  tiene una “pequeña obertura” que es menor que un tercio de la longitud de ese lado. Como cada vez, me he dispuesto a coger la punta superior del relleno e intentar llegar a la punta superior de la funda. No ha costado mucho. Después he repetido la misma acción con la otra punta, pero ahí ya me he encontrado que el volumen del relleno se había quedado atascado en la obertura de la funda y no tiraba ni para delante ni para detrás. He hecho fuerza pensando en que mi capacidad muscular era mucho más fuerte que ese inerte relleno, pero nada más lejos de la realidad. Me encontraba con el brazo derecho en el interior de la funda, en una postura algo más parecida a la de un tacto rectal que a la de una linda ama de casa cambiando la funda nórdica, y la mejilla apoyada en el hombro intentando recuperar brazo y mano en un mismo gesto. Al final, he tenido que sacar el relleno del todo y volver a empezar la labor de nuevo. Esta vez, he podido poner la punta del relleno en la punta de la funda sin ningún problema, pero al poner la otra punta me he dado cuenta que me había quedado cruzado. Mis ausentes bíceps empezaban a avisarme de posibles agujetas, pero no los he oído porque chillaban más mis epicondilitis del codo. Además, del quejido de esa vértebra lumbar que le da por clavarse cada vez que doblo mi cuerpo sin doblar las rodillas.

Pero yo estaba dispuesta a ganar. Enfadada he sacado el relleno estirando de él y arrastrando consigo la funda. Furiosa me he peleado con ambos hasta que por fin, con un gasto de energía mucho mayor del que debiera haber sido, me he salido con la mía, aunque me he sentado en el borde de la cama resoplando por el cansancio y agotada.

Se me ha ocurrido mirar en Internet a ver si veía alguna manera más fácil de montar el nórdico. Y sí; ahí estaba. Por qué no se me había ocurrido antes. Se trataba de dar la vuelta a la funda, ponerla encima de la cama, poner el relleno encima de la funda y empezar a enrollarlo por la parte de lo que sería el embozo. Así lo he hecho. Tenía que enrollar presionando un poco para que luego por el agujero cupieran los extremos y darle la vuelta. No había manera, me dolían los dedos de tanto apretar e intentar hacer el rollo de igual diámetro por los dos lados. Al cabo de un rato, me he descubierto pegando gritos como si de kárate se tratara, o de un exaltado orgasmo, para que lo voy a negar. Después de romperme una uña y de alterar todas las artritis y artrosis digitales de la edad he conseguida darle la vuelta. Ahora solo faltaba desenrollarlo.

Como no había manera de desenrollarlo como la señora del vídeo, me he tenido que subir de pie encima de la cama, coger relleno y funda y sacudirlos para ver si se desenrollaban, pero no ha sido así. Lo único que he conseguido es cansarme como una burra y seguir con el nórdico a modo de barquillo navideño. Al final, de rodillas en la cama he ido deshaciendo el rollo y por fin he conseguido mi objetivo. Cuando he acabado, he bajado de la cama como si fuera una cama baja, dando un paso y al tocar el pie en el suelo, como había mucha más altura de la que estoy acostumbrada (hace nada que me he cambiado el colchón) me ha rebotado todo el cuerpo y en consecuencia he chocado los dientes de una mandíbula con los de otra a la vez que me ha retumbado el cerebro.

En fin, toda una hazaña. Hoy he superado a Don Quijote y sus molinos.

PS. Mi relleno es más grueso y mi funda más justa. 

4 comentarios:

noor dijo...

jajaja la linda amita de casa ha tenido que buscar en internet para poder salir del lio, has termnado destrozada, con agujetas que te van a durar días, la madibula temblando y todavia piensa usted que ha ganado la batalla???.
Cuidadito con esos saltos y esas alturas...que ya sabemos las 2 que no estamos pa excesos..
PS...excusas..excusas..
:P

Karol dijo...

jaja,si es que con los nórdicos hacer la cama se convierte en una actividad de alto riesgo.
curioso el video, habrá que probar..

dintel dijo...

noor, no sabe usted el exceso que ha sido; sigo hecha un higo.

dintel dijo...

Karol, supongo que si se practica, se vuelve más fácil.