En fin, no sé ni cómo soy capaz de escribir porque tengo
unas agujetas en los brazos y unas tensiones en la espalda, en la parte de los
omoplatos, que me impiden hacer cualquier cosa más allá de dejarlos descansar,
muertos, en la cama.
Todo porque esta mañana me he batido en una de las más
grandes luchas de mi vida. No dudéis por un instante de quién ha ganado;
después de casi una hora de encarnizamiento he abatido al enemigo,
doblegándolo. He conseguido que obedeciera y cumpliera con su obligación. Ríome
yo de tener que bregar con un joven con mala adolescencia. ¡Ja!
Todo ha venido cuando he querido cambiar las sábanas. He
desmontado la cama y he puesto en marcha la lavadora. Mientras, me he preparado
el desayuno y, feliz y legañosa, me lo he comido. Así, que he preparado mi ropa
y me he duchado, acicalado y vestido. Hasta aquí ningún problema.
Cuando he vuelto a la habitación (en qué mal momento se me
ha ocurrido), me he dispuesto a hacer la cama con las sábanas limpias. La sábana
bajera, con una incipiente rebeldía, se obstinaba en no agarrarse en una de las
esquinas. Cuando lograba ponerla saltaba por otro lado. Al principio no le he
dado mucha importancia. Dejaba aquella esquina y me dedicaba a la otra. Volvía
a saltar por la opuesta. Yo, que andaba metida en mis pensamientos, no era
demasiado consciente de este comportamiento y menos aún de que iba a ser el
preámbulo de una batalla campal. Después de tres intentos de ir de una lado a
otro de la cama, de luchar con la altura del colchón (antes eran más bajitos y
se podía poner la sábana bajera por debajo) y de empezar a ponerme nerviosa, he
conseguido, por fin y sin saber muy bien cómo, que la bajera quedara cogida por
sus cuatro esquina y además, tensada.
Ahora tocaba el turno al nórdico. Tengo dos nórdicos, uno dócil
como un corderito, que tiene la parte de debajo abierta de un lado al otro y
que en principio no me ha dado problema nunca. Pero tengo otro, arisco y
maleducado, que se niega a obedecer y a cumplir su función, que esta mañana me
ha retado sin dar su brazo a torcer en ningún momento.
El susodicho, en la parte de abajo tiene una “pequeña obertura” que es menor que
un tercio de la longitud de ese lado. Como cada vez, me he dispuesto a coger la
punta superior del relleno e intentar llegar a la punta superior de la funda.
No ha costado mucho. Después he repetido la misma acción con la otra punta,
pero ahí ya me he encontrado que el volumen del relleno se había quedado
atascado en la obertura de la funda y no tiraba ni para delante ni para detrás.
He hecho fuerza pensando en que mi capacidad muscular era mucho más fuerte que
ese inerte relleno, pero nada más lejos de la realidad. Me encontraba con el
brazo derecho en el interior de la funda, en una postura algo más parecida a la
de un tacto rectal que a la de una linda ama de casa cambiando la funda
nórdica, y la mejilla apoyada en el hombro intentando recuperar brazo y mano en
un mismo gesto. Al final, he tenido que sacar el relleno del todo y volver a
empezar la labor de nuevo. Esta vez, he podido poner la punta del relleno en la
punta de la funda sin ningún problema, pero al poner la otra punta me he dado
cuenta que me había quedado cruzado. Mis ausentes bíceps empezaban a avisarme
de posibles agujetas, pero no los he oído porque chillaban más mis epicondilitis
del codo. Además, del quejido de esa vértebra lumbar que le da por clavarse
cada vez que doblo mi cuerpo sin doblar las rodillas.
Pero yo estaba dispuesta a ganar. Enfadada he sacado el
relleno estirando de él y arrastrando consigo la funda. Furiosa me he peleado
con ambos hasta que por fin, con un gasto de energía mucho mayor del que
debiera haber sido, me he salido con la mía, aunque me he sentado en el borde
de la cama resoplando por el cansancio y agotada.
Se me ha ocurrido mirar en Internet a ver si veía alguna
manera más fácil de montar el nórdico. Y sí; ahí estaba. Por qué no se me había
ocurrido antes. Se trataba de dar la vuelta a la funda, ponerla encima de la
cama, poner el relleno encima de la funda y empezar a enrollarlo por la parte
de lo que sería el embozo. Así lo he hecho. Tenía que enrollar presionando un
poco para que luego por el agujero cupieran los extremos y darle la vuelta. No
había manera, me dolían los dedos de tanto apretar e intentar hacer el rollo de
igual diámetro por los dos lados. Al cabo de un rato, me he descubierto pegando
gritos como si de kárate se tratara, o de un exaltado orgasmo, para que lo voy
a negar. Después de romperme una uña y de alterar todas las artritis y artrosis
digitales de la edad he conseguida darle la vuelta. Ahora solo faltaba
desenrollarlo.
Como no había manera de desenrollarlo como la señora del
vídeo, me he tenido que subir de pie encima de la cama, coger relleno y funda y
sacudirlos para ver si se desenrollaban, pero no ha sido así. Lo único que he
conseguido es cansarme como una burra y seguir con el nórdico a modo de
barquillo navideño. Al final, de rodillas en la cama he ido deshaciendo el
rollo y por fin he conseguido mi objetivo. Cuando he acabado, he bajado de la
cama como si fuera una cama baja, dando un paso y al tocar el pie en el suelo,
como había mucha más altura de la que estoy acostumbrada (hace nada que me he
cambiado el colchón) me ha rebotado todo el cuerpo y en consecuencia he chocado
los dientes de una mandíbula con los de otra a la vez que me ha retumbado el
cerebro.
En fin, toda una hazaña. Hoy he superado a Don Quijote y sus
molinos.
PS. Mi relleno es más grueso y mi funda más justa.
4 comentarios:
jajaja la linda amita de casa ha tenido que buscar en internet para poder salir del lio, has termnado destrozada, con agujetas que te van a durar días, la madibula temblando y todavia piensa usted que ha ganado la batalla???.
Cuidadito con esos saltos y esas alturas...que ya sabemos las 2 que no estamos pa excesos..
PS...excusas..excusas..
:P
jaja,si es que con los nórdicos hacer la cama se convierte en una actividad de alto riesgo.
curioso el video, habrá que probar..
noor, no sabe usted el exceso que ha sido; sigo hecha un higo.
Karol, supongo que si se practica, se vuelve más fácil.
Publicar un comentario