Hace mucho, mucho tiempo, cuando yo habitaba el mundo del
chat, recuerdo haber entablado conversación con una chica que vivía en la otra
punta del país y de la que, por supuesto, acabé colgándome.
Al principio, solo chateábamos y la verdad, nos lo pasábamos
muy bien. Nos habíamos leído en el general e incluso habíamos intervenido en
alguna de esas locas conversaciones difíciles de seguir, en donde un sinfín de nicks
intervienen diciendo cada uno la suya y haciendo ininteligible la comunicación.
Pero si tenías un poco de experiencia, podías leer solo las líneas que te
interesaban y entonces aquellas palabras inconexas adquirían y conferían
coherencia al diálogo.
Un día, mejor dicho, una noche (que era el momento que se
solía dedicar al chat), me abrió un privado (una pantallita para hablar
nosotras solas). En seguida congeniamos. Nuestras conversaciones eran irónicas
y burlonas. Hablábamos de todo, de lo divino y de lo humano, como decía ella. Hablábamos
y hablábamos despuntando un alba tras otra. La verdad es que añoro esos
momentos.
Recuerdo que por aquel entonces yo tenía un ordenador de
mesa y me pasaba hasta altas horas de la madrugada sentada en la butaca del
despacho tecleando. Sin embargo, ella tenía un portátil y tecleaba desde la
cama. De manera que cuando finalizábamos nuestras conversaciones y nos
despedíamos, bajaba la tapa del ordenador y lo dejaba sobre el edredón, a su
lado, en la parte que no ocupaba ella. En cambio, yo tenía que cerrar el
ordenador, levantarme de la silla, cambiarme de habitación y meterme en la
cama. La envidiaba, en cierta manera.
Ahora, mucho tiempo después, me hallo escribiendo esto desde
la cama, en la soledad de mi habitación y de mi pantalla (hace ya un montón de
años, ¿diez?, que no chateo), perdí la pista de esa chica de la que me colgué y
con la que pasé tantas cibernoches hablando y riendo. No tengo manera de
localizarla. Me acuerdo algunas veces de ella y me descubro añorándola. Pero
con esto tengo suficiente. Además, hoy, como un gesto cariñoso, en cuanto
publique este texto, pienso bajar la tapa de mi ordenador, ponerlo en el lado
vacío de mi cama, cerrar la luz y dormir, no sin antes, pensar en ella y en
cómo sería mi vida si lo nuestro hubiera cuajado.
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