7/12/18

Decanto el canto de canto


No tenía como objetivo llegar a la edad que tengo con la personalidad incólume. ¡Menos mal! Porque hubiera tenido que porfiar para mantener mi estandarte bien alto y con voz perentoria jurar y perjurar que nunca nadie había logrado torcer mi ser. Debo agradecer a la sabiduría de la existencia que cuidó que no cometiera ese craso error.

A mi edad: me han vapuleado, me han zarandeado, me han arrastrado y pateado todas mis verdades, tanto en pensamiento como en obra; han bailado tangos con mis ideales, jugado a futbol con mis sentimientos y han hecho papilla hasta mis más secretos sueños.

Pero sigo aquí. Más fuerte que nunca. Tranquila y silente. Contemplando todo sin cavar mi tumba. Comprendiendo, desde lo más profundo que se puede caer que ya se han acabado mis duelos y mis quebrantos y que ahora me toca vivir y sacar a pasear ese carácter, que a fuerza de vida ha aprendido, por fin, a vivir. Y no lo salmodio, lo grito a los cuatro vientos, pisando fuerte y a consciencia, arrancando la paciencia que la costumbre otorga.

No hay comentarios: