14/1/10

Donde pongo el ojo...

Nací así, por mucho que la gente se empeñe en que tiene corrección, el mío no lo tiene. Soy estrábica. Estrábica divergente, para ser exactas.

Mi niñez la pasé de oftalmólogo en oftalmólogo intentando corregir ese ojo que, cual bola de billar, buscaba con desespero la tronera donde el párpado superior e inferior se juntan en el lado opuesto del lagrimal. Con un par de intervenciones quirúrgicas conseguí corregir un poco el rumbo, quizá debiera decir la "órbita", de mi ojo y mucho más importante, conseguí no perder visión.

En el colegio notaba que cuando yo hablaba todo el mundo me prestaba atención, una atención excesiva, para ser exactas y fui creciendo pensando que se me tenían en mucha estima por mis opiniones. Pero ya entrando en la pubertad me di cuenta de que la “concentración” de mis compañeros e incluso de mis profesores no se debía a un análisis de lo que estaba narrando o explicando sino a que estaban perdidos en su mundo intentando averiguar a qué ojo debían mirarme y, en realidad, no prestaban atención a lo que estaba diciendo. Este momento marca un descubrimiento de mi propia realidad y de mi diáspora hacia el mundo de los trasojados.

Mi gran vocación fue ser maestra, pero ya te puedes imaginar el cachondeo de los alumnos que ni en momentos de máxima bronca podían dejar de preguntarse para ellos mismos con qué ojo era el que los miraba. Y los descubría a todos víctimas de un nistagmus horizontal repentino intentando averiguar con esmero, cual de mis dos luceros era el que los estaba abroncando. Conocida en el medio educativo por “la bizca” y despertando silencios allí donde estuviera, llegó un momento en que aquello fue demasiado para mí y tras mucho pensarlo dejé mi vocación aparcada y me saqué el diploma de enfermera.

En seguida encontré trabajo en unos laboratorios analíticos, por lo que, me pasaba los días extrayendo sangre a los paciente y, jeringa en mano, nadie se atrevía a llamarme bisoja. Y si alguna vez, a algún descarado le descubría ese nistagmus repentino de mirarme un ojo y luego otro y luego el primero y luego de nuevo el de al lado para tratar de averiguar cual de los dos era el eficiente, ladeaba la cabeza al máximo de manera que sólo pudiera verme un ojo y a la vez que le clavaba la aguja le aguijoneaba con la mirada más punzante que sabía poner, cual banderilla arponeada en el cerviguillo de un toro, obligando a agachar la cerviz del paciente incapaz de aguantar semejante monomirada. Que con el tiempo y la edad una va cogiendo sus recursos, y siendo la dueña de la jeringa reíros de Fredy Krueger.

14 comentarios:

Tantaria dijo...

¡Vaya historia Dintel! Genial esa forma de narrar tu vida y aún más genial que dieras ese nuevo rumbo a tu vida. ¡Con dos narices! Besotes

Tantaria dijo...

¡Vaya historia Dintel! Genial esa forma de narrar tu vida y aún más genial que dieras ese nuevo rumbo a tu vida. ¡Con dos narices! Besotes

Anónimo dijo...

Pues...se puede ser muy buena maestra de esa guisa. Doy fe.

marbu dijo...

¡Muy bueno!! ¡Muy bueno!!!, esta es la otra parte de tu vocación!!!
Un beso

YoMisma dijo...

Pero que miedito!

Y que venganza más cruel cobrar una duda con una aguja!

jajaja

Saludines,
YoMisma

Raquel dijo...

Donde pongo el ojo... no hay mal que por bien no venga.

Pena Mexicana dijo...

nis-tag-mus... la palabreja me distrajo más que el ojo :)

leo dijo...

Qué buen ratico, madre :-)

Blau dijo...

Dintel, que historia de terror, espero que mañana sea de romance.

Besos

Ico dijo...

pues yo encuentro que las personas estrábicas tienen un sex appel muy grande..

Irreverens dijo...

Qué jodía, la enfermera. Espero no coincidir con ella en un mal día.
XD

Mármara dijo...

Jajajajajajajaja Este relato tuyo viene a confirmar mis teorías sobre el poder. Buenísimo, Dintel.

marga dijo...

jajaja me hiciste reir... y yo que tengo un ojo que a veces se me pianta... voy a empezar a usar esos recursos ;-)

Policromi dijo...

Yo también tengo estrabismo divirgente y lo mío es más bien una paranoia del que dirán más que otra cosa. Creo que debería despreocuparme un poco. Si les molesta a ellos, que miren para otro lado. Yo no tengo culpa de desviar el ojo. Y no puedo operarme Así que...¡A vivir se ha dicho! ¡Qué ya son 24 años de vida los que hay a mis espaldas!