Me ha dado por leer cuentos clásicos, más que nada para ver con qué tonterías nos llenaban la cabeza cuando éramos pequeñas. Aunque no recuerdo que me explicaran ninguno de estos ni que los leyera, ni que corrieran por casa los famosos cuentecillos de cartón y papel reciclado que vendían en los quioscos y que, ahora (¡oh, maravilla de la evolución!), los puedes encontrar de nuevo a la venta como colección de “loqueleíantuspadrescuandoeranpequeños”. O, mejor dicho, leían las madres, porque los padres estaban ocupados cazando ballenas blancas o monstruos del interior de la Tierra, en viajar en submarinos y en globos, en empatizar con protagonistas que eran héroes nada más empezar la historia. No como nosotras, siendo carne siempre de la transformación. ¡Ríanse de las metamorfosis de Ovidio! Claro que si somos fruto de una costilla es lógico que primero estemos llenas de ceniza, o perdidas en un bosque viviendo bajo la atenta vigilancia de unos enanos que extraían diamantes ilegalmente, o siendo torpes pinchándonos el dedo con una rueca, que siempre hemos creído que era una errata y lo que quería decir era “rueda”. ¿Quién sabía lo que era una rueca a esas edades? Pero no hay mal que por bien no venga, así “la niña aprende vocabulario”. No quiero decepcionar a ningún progenitor diciéndole que es la primera vez que utilizo esta palabra y como se puede ver, ligada al cuento de donde la extraje. Creo que después de tanto tiempo podría cambiarse el título de Bella Durmiente (del bosque, no nos olvidemos, que todo era del bosque) y llamarse “La rueca”, un título mucho más actual y que induce a pensar en gore. Por otro lado, era cuando creíamos que ponía “rueda” cuando convertíamos al ilustre cuentecillo en un verdadero libro de misterio; ¿cómo se podía pinchar alguien con una rueda, si es al revés, es la rueda la que se pincha? Como siempre, todos nuestros interrogantes quedaban sin responder una vez más.
El cuento de la Cenicienta, empieza diciendo que tal belleza era huérfana. ¡Toma ya! Ni podía sentirme identificada por lo de belleza, que una desde pequeña ya sabía sus realidades, ni por lo de huérfana. Empezaba bien el cuento para mí. Claro que si hubiera sido fea y huérfana, para qué preocuparnos por ella y escribir un cuento. Pues tal primorosa criatura estaba bajo el dominio de una terrible madrastra. Porque en los cuentos, todas las madrastras son terribles, o te obligaban a limpiar la casa y a ser sus esclavas (palabra no mencionada porque es políticamente incorrecta en los mundos Andersen y C&A) o pretendían que comieras una manzana envenenada (¡qué tendrán las manzanas que dan tanto juego, que no jugo! Pero si es bien sabido por todos que a los niños la fruta que les gusta más es el plátano, o el fresón, o la cereza. Claro que la cereza envenenada, es absurdo ofrecer sólo una cereza, el fresón envenenado suena erótico y el plátano envenenado… para mí todos lo están, ejem).
El cuento continúa con un error por omisión, quiero pensar. Me explico: el Rey de aquel país (lejano por supuesto, así se evitaban toda una serie de explicaciones geotopográficas y políticas que sólo conseguirían liarnos, aunque prescindiendo de ellas nos llevan a la creencia de que las guerras y las desgracias que se leen en los periódicos ocurren en “un país muy lejano”). Retomo, el Rey de aquel país hace una fiesta e invita a todas las jóvenes casaderas del reino. A todas, no, que no os cuelen el gol. Que estamos hablando del Príncipe. Y en aquella época los estamentos sociales eran muy diferenciados (una época en la que era impensable que alguien del pueblo llano le dejara una herencia al Príncipe), si no que se lo pregunten al Gato con Botas.
Así que la Cenicienta, se quedó apesadumbrada, es decir con padecimiento físico y moral, recogiendo las lentejas que había tirado su madrastra al suelo. Y entonces, atención, aparece el Hada Madrina que lo soluciona todo. Genial, la Cenicienta no tiene que hacer nada, no tiene que superarse ni encararse a su madrastra ni ligarse al Príncipe pues baila como recién salida de Fama cosa que le hace salir a él y pensar: esta tiene que ser mi futura mujer. No, aparece un Hada Madrina. ¿Cuántas veces habré esperado que apareciera una de estas? Claro, como yo no era bella, no tenía derecho a Hada. Sólo las bellas tienen derecho a un Hada. Y no hablemos de la más bella entre las bellas, la Bella Durmiente (del bosque, insisto) que tuvo como mínimo cuatro Hadas. ¿Por qué si todo el mundo tiene un hada madrina, la Bella durmiente tiene cuatro? ¿Dónde se obtiene el carnet de racionamiento hadil? No vayáis a Prenatal que no saben nada.
¡Un cuento de lo más educativo! Así soy como soy, una fea princesa perdida en un ciberbosque y qué feliz soy de serlo, y no por ello como perdices, que sacándome del pollo no soy muy amante de las aves.
17 comentarios:
Y colorin colorado, este cuento se ha acabado.
:)
Descreída, mujer. Mira que no creer en las hadas...
Pues ahora que lo mencionas, es cierto que en nuestra niñez los personajes femeninos era un petardo. Supongo que la ministra Aído se pondrá a ello y dentro de poco tendremos una "Juana sin miedo" como mínimo. Cosas de la coyuntura de la época, supongo. A mí mis padres me castigaban por jugar a la pelota y no a las muñecas, hoy día incluso ellos han evolucionado tanto que "me dejan" dedicarme a trabajos típicamente masculinos.
Me ha gustado tu disertación. Un besote.
con los años, he descubierto que a las mujeres nos va más eso de ser brujas que de tener un hada. Por lo menos, a la observación empírica me remito.
De todas formas, la versión original de los cuentos de los hermanos Grimm, antes de pasar por la factoría Disney, no es ni de lejos tan suave. Casi hasta da un poco de miedito.
Besitos
Dintel pues a mí me encantaban los cuentos que me contaba (no leídos contados de memoria y de una forma perfecta con sus sonidos y todo)mi abuela. Supongo que analizados dan mucho jugo (estos sí y no la manzana), pero yo lo recuerdo como algo superespecial. De todos modos me ha gustado mucho tu análisis, muy divertido jaja...
(por cierto, ya ves que leo tus posts largos jaja).
;)
qué bueno, Dintel ¿sabes que el otro día comentaba que empezaré a leer cuentos de mi infancia? mira que casualidad!
Has hecho una análisis concienzudo a la par que simpático, me he reído un montón.
Espero que sigas regalándonos análisis de cuentos tradicionales.
Lee esto: http://www.lacenicientaquenoqueriacomerperdices.com/
Un buen análisis...sí, pero en ese tiempo "casí toítas" nos creíamos el cuento de "pé a pá" jajajaja
¡qué recuerdos!!! y ahora analizandoooo..buff ¡qué cosas!!!
Besos
Dintel, no te metas con las princesas, recuerda siempre salen a su rescate! hala. The end.
Besos
Es que si empezamos a hacer una análisi bio-psico-socio-feminista de los cuentos..pues les quitamos todo el encanto... los cuentos son esos realidades fantásticas que enraizan con ancestrales creencias y miedos humanos... mezclados con fantasí por eso nos gustaban tanto y los pedíamos una y otra vez aunque ya lo hubiéramos oído...no se planteaban en aquella época lo de ser políticamente correctos.. afortunadamente...
No te preocupes, que yo tambien soy fea, y encima no soy princesaaaaaaaa
Muchos besicos niña
Encarna
hjajajajaja me he reido un montón, lo necesitaba mucho hoy. Gracias...
Ale, ¡¡¡una más de tus genialidades!!!
Lo que demuestra que hay que jubilar a los clásicos. A la papelera, escribamos cuentos nuevos :)
Yo, cuando tenía edad de leer esos cuentos, ni quería ser princesa, ni ir a un baile, ni mucho menos tener na que ver con un principe, y al hada.... ya le hubiera yo pedido unas cuantas cosas difeenes jajajaja
Muy bueno...
Vuelvo a la carga con otra cancion....titulada era cuento, mira tu por donde...
Que de cuento fui creciendo
y he crecido siendo un cuento.
Que del cuento fui Aladino
y de nada me ha servido.
¡Qué de cuentos he rezado
siendo un cuento lo que rezo!
¡In soviet Russia las ruedas te pinchan a ti!
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