Agua que no has de beber...
Desnuda
caminabas hacia mí. Llovía. Cada gota memorizaba tu cuerpo haciendo resbalar
sus hipótesis plateadas por tu piel. En el seno derecho, dos de ellas profundizaban
la curva, se revelaban contra la gravedad, pretendían que el calor las hiciera
evaporar. El resto de gotas, vestimenta oportuna, se unía al débil latido de lo
subyacente, nuestro atrofiado amor.
1 comentario:
lo siento, he amanecido un tanto prosaica... y al leer esto, con el día que hace he pensado: BRRRR qué frío!
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