19/2/12

Dintel, único animal que tropieza siempre con la misma piedra

Sé que no se irá, pero de alguna manera me hace sentir mejor. Los días en que la vida duele tanto y la decepción cubre el cuerpo como de si una segunda piel se tratase, la mejor manera de sobrevivir es debajo de una ducha. Así que, sin más, me he desnudado dejando la ropa, tal como me iba despojando de ella, en el suelo, y me he metido bajo la ducha; el agua, más caliente de lo normal, para que la quemazón sobre la piel duela por encima del sentimiento. Sin moverme, he dejado que cayera sobre la nuca, sobre el cuello, sobre la cabeza. Que las gotas resbalaran por la cara y se mezclasen con las lágrimas. Pretendía, ilusa de mí, que el agua limpiara la dolorosa sensación de fracaso que me oprimía y me obligaba a respirar con aceleración.
Pero a veces lo que nos parece favorable nos desfavorece; así que esta ha caído sobre mí como si fuera una losa y el desasosiego que sentía ha aumentado. De inmediato, como instinto protector, me he puesto de cuclillas y me he sentado en el suelo abrazando las rodillas, buscando esa posición fetal que nos hace parecer indefensos, pero que de alguna manera, acuna ligeramente el malestar del corazón.
El agua seguía cayendo sobre mí, pero de una forma menos punzante, parece ser que la postura es en realidad más protectora de lo que pensaba. Volver al vientre materno. Sin haber tenido contacto con nadie. Sin que te hieran, ni decepcionen, ni se aprovechen de ti, ni te rechacen.  Volver a ese útero protector y cálido que no dejaba entrever la realidad de la vida. ¡Quién pudiera en estas ocasiones!
Queriendo aplacar el dolor, mis dedos han encontrado el camino hacia mi sexo, han pasado la frontera hasta su interior y me han acariciado. Les gusta tomar las riendas de mis actos, han paseado entre mis labios para llamar la atención a mis pensamientos. No hay nada más patético que masturbarse llorando, así que no me ha quedado otra opción que tragarme las lágrimas y dejar a mis manos hacer, conocen bien el camino hasta el orgasmo. El agua al final, cómplice, ha acabado ayudando.
Tras el clímax, nada había cambiado. Qué tristeza levantarse del plato de ducha pensando: ¡qué me quiten lo bailado!

2 comentarios:

María dijo...

Lo importante es levantarse.

Anónimo dijo...

La masturbación mas allá de satisfacer el instinto, muchas veces es la forma más directa de sentirse a una misma. Saber que estas viva,que sientes, que existes más sobre la pena y las vicisitudes de la vida.
Levantarse después de haberte sentido es estar preparada de nuevo, para seguir existiendo.
Animo, estas viva!!
Un abrazo