Que dulce tortura desearte. Mirarte e intentar controlar ese
fuego interno que me activa las entrañas, esa quemazón a flor de piel que sólo
necesita el resorte de una caricia para saltar y hacerme saltar. Control,
eterno control, no es el momento. Querer besarte y vivir retardando el deseo
para aumentar así el placer en el instante del beso. Mirarte, escrutarte, penetrarte
a través de la mirada; imagino una y otra vez cómo mis labios rozan los tuyos
sin atreverse a buscar mi lengua la tuya. Recreo la situación hasta que llego a
tal estado de excitación que me lanzo sobre ti y con un beso te conduzco hasta
la cama. Ahí, nuestros cuerpos desnudos se enroscan buscando el mismo espacio,
mis ojos se cierran para dar rienda suelta a mis otros sentidos. Las sensaciones
se acrecientan hasta que caricias, besos y sexo culminan en orgasmo para
hacerme morir de amor.
5 comentarios:
Dintel, fíjate que yo hace unos minutos renací.
Besos
La petite mort.
;)
Me ha gustado.
una maravillosa pequeña muerte de la que renacemos con brillo en los ojos...
Uf!!! Si, si, durante ese estadio de tiempo se mueren todos los malos rollos del mundo.
Desde luego no hay mejor menra de afrontar el posterior renacimiento.
Besos x dos
Jesus
Grandes momentos!
Besos
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