La niña pensaba que vivir sería fácil. Lo habían hecho todos
sus antepasados y queriendo ser minuciosa, hasta lo había hecho toda la
humanidad. Entonces, ¿qué dificultad podría tener vivir? Nunca se había
considerado tonta; es cierto que le costaban
los sobresalientes, ella siempre se había movido entre bienes y
notables, excepto aquella vez que suspendió la plástica, el dibujo lineal y el
compás no eran su fuerte, y los rotring, menos.
La niña, como cualquier niña, tenía muchos planes. Tenía
claro su futuro: primero sería médico, luego se casaría y luego tendría hijos,
eso sí, sin dejar de trabajar, que a ella nunca le había gustado eso de poner y
quitar la mesa. Hasta hacía poco quería ser veterinaria porque le gustaban
mucho los animales. Pero hace poco, cuando tuvo que decidir qué carrera
estudiaría pensó que mejor tener un perro y un gato en casa y estudiar medicina.
Seguí sin ver la dificultad de vivir. Siempre tenía una opción, un camino que
tomar. Todo consistía en pensar, encontrar soluciones y tomar decisiones.
El tiempo pasó, y esa niña, que ya no lo era tanto, se
licenció en medicina rodeada de familia, amigos y novio, un buen chico, médico
también, con el que compartía piso desde hacía tres meses. Los dos trabajaban
en la misma consulta. No ganaban demasiado dinero, pero les llegaba para vivir
sin ahogos.
La niña, que ya no lo era, seguía convencida que la vida era
fácil. A ver, le había costado sacarse la carrera, sobre todo la asignatura de
bioquímica que la trajo de cabeza más de tres años; también le estaba costando
estabilizarse laboralmente con un sueldo apropiado a sus estudios, lo de la
consulta era temporal, quería trabajar en un gran hospital; a penas veía a su
marido pareja porque hacían turnos diferentes y los fines de semana los tenían
hipotecados, sería más correcto decir esclavizados, en la dichosa consulta.
Pero ninguno de esos esfuerzos iban más allá de lo normal para poder situarse
en la vida. Con estos pensamientos se dormía cada noche acurrucada entre el
abrazo ergonómico de su novio.
Un día, mientras se tomaba un café en el bar de la esquina
del trabajo, levantó la vista del periódico, su mirada coincidió con la de una
mujer que estaba leyendo la prensa en la mesa vecina. Supo, en ese mismo instante,
que su vida, nunca más, volvería a ser fácil.
5 comentarios:
Dintel, uuuffff ME ENCANTAAAA
Ostrasssssssssss...
Hay capitulo dos????
Dí que si!!!
Unos planes perfectos que nos construímos en la infancia, que se caen. Yo conozco un monstruo de la bioquímica. No sé como puede haber alguien que aprenda sin esfuerzo esa asignatura. Jaaaajaja.
Abrazo ergonómico...
:)))))))))
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