He vuelto del país de los muertos. Ese baldío lugar en el
que dejas que la vida haga de ti lo que quiera. Donde ni sientes, ni añoras, ni
deseas, solo estás, ni tan solo pides seguir estando. Me resigné al paso del
tiempo a la vez que desertaba de cualquier sentimiento. Hasta repudié mirar a
alguien a los ojos por miedo a que volviera el deseo. Me arrimé contra la pared
y consentí que la sombra de lo que fui falleciera. Exánime he vagado este
tiempo entre los empujones que da la vida; escuálida de felicidad, sucumbida,
agonizada, sin dolor, ni pena, ni gloria.
Pero he vuelto. He resucitado del país de los muertos. Ahora
ando ocupada, limpiando de malvas mis sentimientos, pintando de amor ese color
tan mortecino de mis ojos que nunca me sentó bien y vivificando proyectos
inconclusos del alma. Ando ocupada desempañando espejos.
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