12/3/12

Viernes feliz

…seguro que existe alguien con un viernes tan feliz como el tuyo. Feliz y nervioso porque el tiempo se ha dilatado y se halla experimentando la teoría de Aquiles sobre la tortuga. Y ese alguien, también, se dilata deshaciéndose cuando contempla la dirección de una mirada y la obertura corporal de un deseo. Alguien de viernes feliz que tiembla entre los brazos de una inmerecida suerte. Ese alguien de viernes feliz que duerme de espaldas al careado mundo porque se halla colmado de viernes, precisamente; seguro que existe. Y ese alguien amanecerá sábado y al despuntar el alba ocular verá que esa felicidad es acumulativa y se le pegarán las sábanas de la tranquilidad, buscando el motivo de su existencia y de su temporalidad. Y ese alguien de sábado, ahora feliz, compartirá su soledad con las danzas de la espera; una espera rebosante de vida y de añoranza, de deseo y de pasión, de olores y colores.. Y ese alguien sonreirá al oír unos pasos, que se acercarán metálicos, toc-toc-toc, como los besos mandados a través de un móvil lejano y giratorio en unos dedos expertos de placer poliédrico. Seguro que existe. Y ese alguien de sábado feliz, definirá sus posiciones en la batalla, actuará como veterano estratega en la guerra y perderá su primer batallón al saborear unas palabras que le serán dichas desde el miedo que produce el cristal roto cuando deja los filos en la ventana de la vida. Y ese sábado feliz callará gritando: “Dale con el martillo” y brindará alzando el ambar prehistórico en busca de la piedra filosofal (esa que no sabe que se halla adherida a su zapato y le acompaña a cada paso hasta descansar a los pies de su lecho). Y de hecho, ese sábado feliz, que se sabe que existe, devolverá a la vida su energía marcándose unas risas locas de felicidad absoluta, envueltas en sábanas blancas de tranquilidad. Y seguro que para ese alguien de sábado feliz, existió, también un domingo feliz y un lunes feliz y puede que también triste. Sin lugar a dudas, existe ese alguien… Seguro que existe alguien que hoy mismo lleva dos colonias, la suya para no ser llamada sumisa y otra oculta debajo del reloj, porque siempre la temporalidad le pareció maravillosa y ahora ha decidido oler el tiempo con pasión.

Seguro que existe ese alguien, no lo dudes.