Hoy es un día especial: me llega a casa una cesta llena de
verdura y fruta ecológica, orgánica y supersónica. Me hace una ilusión tremenda
cuando llaman al timbre y abro y la veo en brazos de la campesina que me la
trae. La pongo encima de la mesa de la cocina y la contemplo con mucho amor,
pensando que esa mañana mismo estaba en un campo, plantada, tan tranquila.
Tardo casi una hora en organizarla en bolsas o en tapers, en ponerla en la
nevera con mucho cuidado, y en cocinar la que será mi comida de mañana.
Hace tiempo que me pasé a desayunar un zumo verde, por lo
que consumo una cantidad ingente de verdura. ¡Me encanta! Cada día selecciono
con cariño y cuidado qué verduras pondré en al “cold press” para fabricar mi
zumo. Una de las que me gusta más es la col kale, le da muy buen sabor al zumo.
Pero mi preferida es la espinaca, que combina bien con todo. El zumo de
pimiento rojo es sensacional y el de hinojo y remolacha también. El que más me
cuesta es el de brócoli, pero este me lo como al vapor tres veces por semana,
por aquello de mantener la alcalinidad corporal.
Además de verduras y frutas, aderezo el zumo con súper
alimentos como la maca, la chía, el polen, las semillas de cáñamo, aguacate,
etc.
Si hace unos años me hubieran dicho que yo desayunaría esto,
hubiera tildado de loca a mi interlocutora. Así que “en mi boca un pendiente”;
no vais a escuchar de mí eso de: “de este zumo no beberé”.