Apoyas un pie en el punto final y trepas por el último párrafo. Colocas tus manos, sujetándote, en la primera línea del colofón, mientras que con el otro pie buscas una palabra para poderte impulsar hacia arriba. Desde ahí, es más fácil acceder a cualquier parte del escrito. Te deslizas por el sentido de mi expresión, rápidamente, de párrafo en párrafo, o de línea en línea cuando la dificultad de compresión se acentúa. Con un pequeño piolet en la mano vas recorriendo el abrupto paisaje de mis empinadas palabras. Te descubro, cuando apenas nos separa una frase, limpiándote una mayúscula que ha quedado enredada entre tus cabellos. Me localizas sacando el polvo a mis oraciones. Acostumbrada a la soledad de mis escritos, me sorprende verte trepando por uno de ellos. Ahora, estás parada sobre el punto y seguido. Respiras con el cansancio producido por la ascensión, mientras me sonríes. Aguardas ceremoniosamente los estáticos minutos de quien está próximo a conseguir su meta. Me quedo quieta esperando ver qué haces. Cogiendo aire, y situada ya sobre el punto y seguido, sorteas los diferentes complementos circunstanciales. El escarpado terreno te obliga a tenderte en el suelo y a arrastrarte, mientras remontas con aprieto el objeto directo; tú no lo sabes, pero es el desplome más importante a superar. Una vez en el duro verbo te incorporas y sacudes tu ropa de pequeñas briznas silábicas. Con apenas unos segundos de cálculo, coges carrerilla para saltar el abismo existente entre el predicado y el sujeto. Te lanzas al vacío y caes directamente en la aposición. Desde ahí me escrutas sin prisas. Al final, me tiendes la mano, más por coquetería que por dificultad, para que te ayude a pasar la última coma, que te separa del nombre. Te acerco la mía, no me atrevo a tocarte, y te ases a ella despertando, así, el aletargado sentido de mi tacto. Ya nunca más me la habrás de soltar. Me fijo en que no llevas arnés y caigo en la cuenta de que has ascendido sin cuerda de seguridad. Te miro enternecida por tu acto.
Cuando nos besamos, tus labios me confiesan que llevabas tiempo buscándome. Siento que el deseo y la pasión, que he estado escondiendo tras cada una de mis palabras, invade mi extinto sentir. Esta vez no son ficciones escritas. Sin decir nada, estiras de mí hasta una frase copulativa. Me pierdo en ti.
16 comentarios:
Todavía no ha comenzado ese día que marca 18 de abril en tu entrada. Esta entrada e inteligente, pues, inaugurará el primer minuto del día.
¡Qué buena/o!
Madre mía, Dintel, pero ¿tú qué desayunas, guapa?
:O
Cada día que te leo, alucino más.
Me ha encantado este post. Será porque además hace alusión a la escalada libre...
:)
En serio. Me dejas anonadada.
¡Bravo!
Eso mismo digo yo, de verdad
Tomo nota dintel, ha sido una clase preciosa. Un despertar a la gram�tica y a la palabra escrita.
Felicidades y besos.
Lanzarse al vacío sin arnés es más que peligroso. Aunque como la vida es riesgo, si hay una mano que te aguarda y merece el riesgo, adelante con él.
Magnífico texto, como en ti es habitual.
un beso
Yo me he caído. De la primera línea hasta el punto final, casi sin frenos. ¿Y sabes qué? Creo que voy a repetir. Es genial :)
Un texto muy bien subrayado a medida que trepa.
¡¡qué bueno!! la verdad es que según vas leyendo te lleva solo, es estupendo!
...la mejor demostración, subir sin cuerda de seguridad. Besitos.
Plas, plas, plas... Me ha gustado un montón...
Me has dejado anonadado, estupefacto y extasiado. ¡¡Chapeau!!
Pero Dintel ¡¡¡qué bonito lo que has escrito!!! me ha gustado mucho.
Un abrazo.
Pero Dintel ¡¡¡qué bonito lo que has escrito!!! me ha gustado mucho.
Un abrazo.
chapo, para descubrirse ante ti, un abrazo
Es lo más hermoso que leí de vos... bello
No tengo palabras. No es que me haya gustado, me ha fascinado.
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