Resulta que pisé el lugar dos veces y este fin de semana no
podía faltar al cierre del local. Nunca me gustó mucho. Supongo que por el
hecho de no estar del todo fuerte (llamémoslo así). La primera vez fui sola y
tal como entré, sin cruzar ni una palabra con nadie, salí al cabo de un par de
horas y me fui andando para casa pensando en esa capacidad mía de la
invisibilidad.
La segunda vez fui con una amiga. A llorar de nuestras penas
o a carcajearnos de nosotras mismas, no sabría precisar. Acabamos jugando al
billar con una perfecta desconocida algo más entonada que cualquier tuna.
Y esta vez, el motivo de la asistencia era porque cerraba.
El maravilloso y casi único local lésbico que había, cerraba. Y por supuesto,
se requería nuestra asistencia, como si de uno de mis clubs favoritos se
tratase.
No puedo negar que me lo pasé muy bien. Hice mucha gala de
mi invisibilidad, y disfruté sintiéndome ajena a todo lo que pasaba allí.
Recordé por un momento a la prensa en zonas de guerra y estuve toda la noche
viendo la idiosincrasia de las mujeres que por allí se movían.
Una castaña de pelo rizado que iba con su novia, cada vez
que pasaba por nuestro lado le tocaba el culo a una de las chicas que estaba
con nosotras. Yo no daba crédito. Me encantaba. Es más, ahora mientras escribo
no puedo dejar de carcajearme del tema. Al final, parece ser que acompañó a su
chica que se iba y cuando volvió empezó a flirtear con una mientras tiraba la
caña a la que le había estado tocando el culo.
Aquella noche, la gente bebió bastante. No porque el local
sirviera demasiado alcohol, ya que apenas alcanzadas y las once y media ya no
tenía cervezas y repartía una especie de chupito herbáceo alimonado que la
gente luchaba por sacárselo de las manos. En un momento dado, vino una chica a
saludar y nos la presentaron y ni corta ni perezosa le estampa un pico a mi
amiga. Cuando va a hacer lo mismo conmigo no me dejo y me coge por la nuca e
intenta de nuevo. Yo me pongo en plan comando resistencia y al final se dio por
vencida, eso sí, enfadada conmigo porque dijo que era una estirada.
¡Qué coño estirada! ¡Yo beso a quien me da la gana! Y si
esto es ser estirada, pues tengo todos los puntos. He dicho.
¡Qué lejos me siento del ambiente! ¡Y qué pereza!
2 comentarios:
Nos hemos quedado huérfanas. Uno de esos sitios que a pesar de no haber ido mucho, siempre pienso que debería haber ido más.
Nosu, me enteré que hacían conciertos, lecturas de libros y otras actividades. Me entero el día que cierran, ya me vale.
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